Ayer se hizo oficial el informe de la misión de la Organización de Estados Americanos que vino a Guatemala atendiendo el angustioso llamado del presidente Alejandro Giammattei cuando argumentó que las protestas indignadas de la población eran un golpe de Estado e invocó la llamada Carta Democrática de la OEA para defender a su gobierno. La verdad, le salió el tiro por la culata porque el reporte ha sido lapidario porque a la falta de transparencia en los asuntos públicos, los enviados señalan la corrupción y la impunidad como causas justificadas del descontento ciudadano, destacando la forma en que fue aprobado el presupuesto general de la Nación, lo que dio lugar a las protestas.
Giammattei esperaba un lambiscón informe de la Organización de Estados Americanos en el que le dieran la razón y criticaran la movilización popular. Sin duda creyó que babosearse a la OEA sería tan fácil como agarrar de papo a su Vicepresidente quien se tragó el anzuelo de la “transformación” súbita del Presidente para atender las cuestiones realmente importantes para el país. Y es que algunos antecedentes de la Organización, sobre todo en los últimos tiempos, hacían pensar que vendrían a satisfacer las exigencias del presidente de la República pero resulta que, esta vez, el papel estuvo más parecido al que vino a hacer Baena Soares tras el Serranazo.
Lo que pasa es que no se puede tapar el sol con un dedo y la institucionalidad de Guatemala está totalmente carcomida por la corrupción y la impunidad y la misión de la OEA lo detectó inmediatamente. Llevamos años en los que el ejercicio de las funciones públicas y los negocios del Estado con particulares están marcados por la corrupción que se ocupa, simple y llanamente, de llenarles los bolsillos a esos eternos actores del drama nacional. Y en los últimos tiempos el avance de la impunidad ha sido sostenido, consistente y pareciera incontenible porque ya están trabajando en el asalto a la Corte de Constitucionalidad con lo que todo el sistema estará controlado por los magistrados pactados por las mafias cuyo rostro visible es Gustavo Alejos, comprometidas al cien por ciento con la garantía de impunidad para todos los que se han dedicado al saqueo del país.
Lo que hay que reconocerle a Giammattei es que supo maniobrar en la crisis para desmontar la protesta popular y bastó aparecer en televisión al lado del ingenuo Vicepresidente y dar a entender que quitaría al ministro represor para que la gente se sintiera satisfecha y triunfante, cayendo todos de ingenuos.