Grecia Aguilera
El miércoles 6 de enero de 2021 el Santo Padre Francisco, ofició en la Basílica de San Pedro, la Santa Misa en la Solemnidad de la Epifanía del Señor. Con un mensaje de adoración a Dios inició manifestando: “El evangelista Mateo subraya que los magos, cuando llegaron a Belén, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Adorar al Señor no es fácil, no es un hecho inmediato: exige una cierta madurez espiritual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo… En nuestra época es particularmente necesario que, tanto individual como comunitariamente, dediquemos más tiempo a la adoración, aprendiendo a contemplar al Señor cada vez mejor. Se ha perdido un poco el sentido de la oración de adoración, debemos recuperarlo, ya sea comunitariamente como también en la propia vida espiritual. Hoy, por lo tanto, pongámonos en la escuela de los magos, para aprender de ellos algunas enseñanzas útiles, como ellos, queremos ponernos de rodillas y adorar al Señor. Adorarlo en serio, no como dijo Herodes: ‘Avísenme dónde se encuentra para que vaya a adorarlo’, este tipo de adoración no funciona.” Luego continúo el Papa Francisco expresando: “Cuando elevamos los ojos a Dios, los problemas de la vida no desaparecen, no, pero sentimos que el Señor nos da la fuerza necesaria para afrontarlos… La alegría del discípulo de Cristo tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, cuyas promesas nunca fallan, a pesar de las situaciones de crisis en las que podamos encontrarnos. Y es ahí, entonces, que la gratitud filial y la alegría suscitan el anhelo de adorar al Señor, que es fiel y nunca nos deja solos… Llegamos a ser adoradores del Señor mediante un camino gradual. La experiencia nos enseña, por ejemplo, que una persona con cincuenta años vive la adoración con un espíritu distinto respecto a cuando tenía treinta. Quien se deja modelar por la gracia, normalmente, con el pasar del tiempo, mejora. El hombre exterior se va desmoronando, dice San Pablo, mientras el hombre interior se renueva día a día, preparándose para adorar al Señor cada vez mejor. Desde este punto de vista, los fracasos, las crisis y los errores pueden ser experiencias instructivas, no es raro que sirvan para hacernos caer en la cuenta de que sólo el Señor es digno de ser adorado, porque solamente Él satisface el deseo de vida y eternidad presente en lo íntimo de cada persona. Además, con el paso del tiempo, las pruebas y las fatigas de la vida, vividas en la fe, contribuyen a purificar el corazón, a hacerlo más humilde y por tanto más dispuesto a abrirse a Dios. También los pecados, la conciencia de ser pecadores y de descubrir cosas muy feas… Dice Pablo que todo, todo, ayuda al crecimiento espiritual, al encuentro con Jesús; también los pecados… Como los magos, también nosotros debemos dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje. No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento. Por el contrario, reconociéndolos con humildad, nos deben servir para avanzar hacia el Señor Jesús… La vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama. No tenemos que andar enseñando en cada momento de la vida nuestra credencial de virtudes. Con humildad, debemos dirigirnos hacia el Señor. Mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada… Que el Señor Jesús nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad. Pidamos para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia la gracia de aprender a adorar, de continuar adorando, de practicar mucho esta oración de adoración, porque sólo Dios debe ser adorado.”