Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Ayer fue un día de importantes confirmaciones para el mundo.

Por mucho que las mentiras se repitan 1 millón de veces, no se convierten en verdad. Pensar solo en uno mismo y/o los amigos, especialmente cuando se encuentra en posiciones de poder, pasa factura aunque no nos terminen gustando los resultados que son consecuencia directa de nuestros actos.

Por mucho que se manoseen las instituciones, con voluntad de la gente, terminan funcionando por el bien de la misma gente dentro del marco de legalidad para el que fueron creadas.

Y más importante, por más poderoso u hostigador que alguien pueda ser, las consecuencias de los actos son inevitables, en especial cuando la democracia se mueve en función de la voluntad de los pueblos y el Estado de Derecho, que opera para que la ley se cumpla, funciona.

Y esas lecciones para el mundo no las debemos echar en saco roto en nuestra Guatemala. Por muchos años hemos venido viendo, cómo, un grupo de personas ha utilizado las instituciones y el dinero de la gente para satisfacer sus intereses y llenar sus bolsillos aunque eso signifique que dejemos a mucha gente a la deriva.

¿Cuánto tiempo más vamos a seguir ignorando esa realidad? ¿Cuánto tiempo más creemos que podemos sostener esta penca sin que las consecuencias de los excesos nos estallen en la cara generando mayores disrupciones en la vida diaria?

En el país hay mucha gente que, sin importar su posición social o económica, ha ido entendiendo que las bases que operan en la actualidad no son sostenibles para ninguno de nuestros aspectos esenciales de la vida, lo que también incluye los negocios y el crecimiento económico.

Pero a pesar de saberlo, les ha costado irse involucrando de una manera más efectiva para procurar un cambio porque han tenido miedo del estigma, del hostigamiento, de las consecuencias a pagar ante un grupo de “bulies”, inspirados en el Buleador en Jefe, que se han sentido empoderados para mentir descaradamente e inventar cosas ante la falta de argumentos.

Eso, a partir de ayer, empieza a cambiar y la gente debe tener mayor tranquilidad de expresarse, de dar sus puntos de vista, de alcanzar acuerdos con gente con la que no piensan igual o hasta consideran “enemiga”. Las diferencias que tenemos, no deben ser motivo de pleitos irreconciliables si los principios por los que estamos luchando son correctos y legales.

Guatemala tiene muchos retos por delante y debemos ser capaces no solo de resistir el ataque de aquellos que van por todo con el afán de asegurar su control de las instituciones como que fueran sus oficinas personales, si no de trazar rutas que nos permitan no solo ganar batallas si no sentar las bases del futuro. Por eso es que urge unirnos alrededor de mínimos.

Como todo en la vida, debemos ir por fases y la primera batalla fundamental consiste en que a la Corte de Constitucionalidad (CC) lleguen abogados honrados, idóneos, capaces y honorables, no marionetas de los electores y en especial, de los poderes tras el trono de quienes eligen.

No le tengamos miedo a los buleadores, a los mentirosos y a los que desean manosear para gozar dinero mal habido en paz. Créame que será peor lidiar con otra gente que se sentirá a sus anchas si sabe que tiene a sus jueces en la máxima corte de defensa constitucional.

Se abre una ventana de oportunidad que no debemos desaprovechar para luchar por un futuro que inspire y del que nos sintamos orgullosos para dejarle a nuestros hijos.

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