Luis Fernando Bermejo Quiñónez

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Por: Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez
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Al momento de leer esta columna, estarán tomando posesión Joe Biden como presidente y Kamala Harris como vicepresidenta de los Estados Unidos de América. Mañana se abre una página nueva en la democracia de EE. UU. después de semanas y semanas en que, como dijo ayer Mitch McConnell, senador y ex – líder de la mayoría Republicana del Senado, “…la turba fue alimentada de mentiras, y provocados por el Presidente y otras personas poderosas…” sobre el supuesto fraude de las elecciones que llevaron al incidente violento en el Capitolio.

Mucho se escrito sobre la presidencia de Trump. Para algunos, fue el “outsider” que puso fin al “pantano” de los intereses especiales en Washington, el defensor de las políticas pro-vida, el líder en contra de las “guerras interminables,” el artífice del mayor boom económico de la historia de EE. UU. desde los 60´s (hasta que la pandemia lo truncó) y, localmente, el mejor amigo de Guatemala al haber eliminado las fuerzas “socialistas” que querían apoderarse del país a través de la CICIG.

Para otros, en cambio, Trump puso a gobernar al “pantano” al nombrar en puestos claves a sus familiares y a billonarios sin experiencia, que más que referente de valores cristianos es un anti-líder vulgar que abrazó causas conservadoras por serle “favorable” habiendo sido “pro-choice”, ser misógino, tener múltiples divorcios e incluso haber pagado con dinero de campaña a una ex – actriz porno para callar una infidelidad. Otros señalan que impulsó el racismo y que su record económico es dudoso porque recibió el país con 4.7% de desempleo y antes de la pandemia lo había reducido únicamente a 3.6%, a la vez elevando el déficit fiscal pre-pandemia a niveles no vistos desde la II Guerra Mundial. Por último, para algunos en Guatemala, él contribuyó a descarrilar el proceso de purga del sistema político corrupto.

¿Cómo lo juzgará la historia? ¿Destacará sus habilidades para producir acuerdos de paz en el Medio Oriente con Israel? O, ¿destacarán los historiadores su influencia en el sistema judicial con sus nombramientos? O bien, ¿se enfocarán los historiadores en las mentiras sobre las elecciones y en sus intentos de presionar a funcionarios para cambiar el sentido de las elecciones tras perder 61 procesos judiciales por falta de pruebas de fraude? ¿O en sus mentiras y minimización de la pandemia que influyó en el comportamiento de muchos de sus seguidores causando más muertes? El tiempo dirá.

Quizá lo más interesante de este ciclo que está viviendo EE. UU. es la relativa incógnita de la dirección de los partidos Demócrata y Republicano. Actualmente, el voto Republicano se concentra en áreas rurales, con población más “blanca”, más religiosa y en los Estados menos acaudalados de dicho país, es decir, todo el Centro y Sur del país (Oklahoma, Kentucky, Montana, Alabama y Arkansas). En cambio el voto Demócrata se concentra en áreas y Estados más poblados (las costas), urbanos (ciudades), con población más “diversa”, laica y en Estados que producen 2/3 del PIB de EE. UU. Por la división urbana/rural se explica que Trump ganó en 2,547 condados y Biden apenas en 509, a pesar que ganó con 81 millones de votos contra los 74 de Trump. El país está así “partido” en dos muy claramente, y sólo unos son los “Estados bisagra” que son los que deciden las contiendas electorales.

A pesar de lo anterior, en los últimos años la retórica de Trump y su estilo está causando ciertos cambios. Según sus plataformas tradicionales, el partido Demócrata en los últimos 70 años ha sido el partido de los trabajadores de “cuello azul” y el Republicano, el que vela por los intereses de la clase más conservadora y acaudalada. Sin embargo, actualmente se aprecia que está ocurriendo algo curioso. Dada la mayor educación, urbanidad y laicismo del votante Demócrata, pareciera que en el futuro éste podría derivar hacia en lo que otrora fue la línea de dirección del Partido Republicano, más elitista, abierta al libre comercio y al multilateralismo. Por otro lado, si la plataforma Trump logra superar su desprestigio actual, podría convertirlo en el partido de los trabajadores y, por ello, más proteccionista, contrario a la línea del establishment Republicano que había dominado el mismo los últimos 40 años. Estas fuerzas son las que están “jalando” de cada lado el Partido Republicano. El próximo juicio de impeachment podría zanjar esa disputa de poder al decidir sobre el futuro político de Trump.

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