Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
“Un millón de niñitos se nos muere de hambre y un silencio se duerme contemplándolos.” Jorge Debravo

Una noticia que conmueve hasta a la persona más fría, y que conmovería a cualquier individuo con un poco de humanidad en algún lugar de la tierra, se trata de una de las muertes más frecuentes en los niños de corta edad en el país, desafortunadamente se trata de un motivo vergonzante como lo es la desnutrición, pareciera que cuando hablamos de este tema, estuviéramos narrando una parte de la novela Los Miserables, esa miseria en la que fallecen tantos pequeños. De acuerdo a Unicef, el significado de este mal histórico es el siguiente “Un niño que sufre desnutrición no solo no ha tenido una cantidad suficiente de alimentos, sino que además lo que ha ingerido no tenía los nutrientes necesarios para su desarrollo” recordando que la dieta diaria de este país en una gran mayoría de los hogares es café de tortilla, y tortilla con sal, o tortilla con chile, es lógico que los pequeños cuerpos no reciban nutriente alguno.

En nuestro país el 49% de los niños sufren de desnutrición crónica, lo significa que uno de cada dos niños no tiene futuro físico ni intelectual, porque de no morir, su desarrollo será tan mínimo que aunque recibiera clases con los mejores docentes, tuviera acceso a la tecnología, y su entorno fuera el deseable, no aprendería nada porque su cerebro no se desarrolla, como tampoco lo hace el país en el que vive.

Es frustrante que ostentemos el primer lugar en toda América Latina y el cuarto en el mundo en desnutrición infantil, lo que significa que nuestra niñez está condenada al subdesarrollo en el que se encuentra prisionero el país, los niños en Guatemala no son el futuro, son el símbolo de nuestra realidad, cada vez que nacen niños en nuestras sociedades tercermundistas, especialmente la nuestra, muere una oportunidad, derivado de que depende cual sea su lugar de nacimiento así será la condena a muerte por desnutrición que reciba.

Un símbolo de esta realidad nuestra tan inhumana se llama Yesmin Anayeli Pérez, y logró vivir en la extrema pobreza que provocó la desnutrición, tan solo dos años, ese es precisamente el promedio de vida, si se le puede llamar así, al poco tiempo que llegan a sufrir en condiciones tan deplorables los niños de los que uno de cada dos, mal mueren, y los otros mal viven.

La historia de la muerte de Yesmin, transcurre en un departamento de mucha riqueza natural, como Chiquimula, pero en un lugar de extrema pobreza como lo es Jocotán, llama la atención la muerte de la pequeña porque simboliza, los más de treinta niños fallecidos por desnutrición durante el año 2020, otros fallecerán después, de no atacarse el problema de fondo, y ese es principalmente la extrema pobreza, a los guatemaltecos no hay que darles un pan, hay que darles el horno, enseñarlos a amasar la harina, prestarles para comprarla, y apoyarlos a que sepan vender sus productos, si se les da el pan ya horneado, flaco favor se les hace.

El caso de Yesmin llamó la atención porque simboliza el dolor y el sufrimiento que vive la niñez guatemalteca, uno de dos no llegará a ser adulto, dramáticamente si llegan a adultos tampoco tendrán un mejor futuro, porque no hay fuentes de empleo, ni condiciones para una vida, menos aún una vida digna, solamente un 2% de guatemaltecos probablemente tendrán una llamada vida digna, los demás simple y sencillamente sobreviviremos, ostentar un vergonzoso primer lugar en desnutrición en América Latina, debe darnos pena y lastima propia, porque no hemos sido capaces de cambiar este mundo que nos tocó vivir.

Estamos en deuda como sociedad y como personas para con la niñez guatemalteca, nuestra deuda es histórica, no es reciente, pero eso no significa que la mantengamos, y peor aún que la ensanchemos, deberíamos avergonzarnos del lugar que ocupamos en el mundo, porque somos pobres en todos los sentidos, principalmente como humanos.

Cada niño que viene al mundo tiene derecho como mínimo a ser feliz.

licgla@yahoo.es

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