Juan Jacobo Muñoz Lemus
Dos buenos amigos sentados a la orilla del camino cambiaban impresiones. Pasaban por un momento pacífico en sus vidas y no había cosas urgentes que tratar. Hablaban suelto y surtido, sin temor a la respuesta del otro. Eran años de conocerse.
-Fijate vos que a veces quisiera saber que hacer para que no se me acerque alguna gente y me exija con sus demandas, respuestas que en esencia no quiero dar y a las que me termino sintiendo obligado.
-Quien con infantes pernocta, exonerado le sorprende el alba. No me hagás caso, es una sentencia pomposa que escuchaba a veces en algunos ambientes de mi niñez.
-Pero te entendí. Creo que el mundo está dividido en dos tipos de personas; las que solo saben dar y las que solo quieren recibir. El grupo de los que dan y reciben no parece tan significativo. Tal vez por eso somos amigos, porque nos hemos apoyado mutuamente.
-Si, y gracias por tu amistad. Y creo que tenés razón en eso de dar y recibir, es muy poca la gente que se atreve a la reciprocidad. A mí también me pone tenso la cercanía de la gente.
-Es que se topa uno con gente exigente hasta dando vuelta a la esquina. De repente hay una explicación. Tal vez uno hace algo para atraer a cierto tipo de personas en una especie de complementariedad para que lleguen intencionadamente donde pueden obtener algún beneficio sin dar nada o al menos no mucho a cambio. Tal vez hasta en dar haya algo perverso, quiero decir alguna ganancia oscura.
-Debe pasar como con el sexo, que independientemente de para donde agarre es tan básico. Lo físico es muy animal, le pasa a cualquiera. Casi que estamos reservados para vivir intensamente motivados, solo en el período que va de la seducción a la gratificación y luego baja la tensión. Elevar el sexo a lo sublime es un trabajo de verdadera intimidad y ternura cotidiana, y un esfuerzo de muy largo aliento para alcanzar la pasión que viene del amor.
-Al final las relaciones humanas parecen etológicas, como si cada uno fuera de una especie animal diferente. Y si de especies hablamos, hay muchas. Entiendo que el apareamiento es natural, pero ha ido tomando un matiz social con tantas regulaciones que hasta podemos ver unidas a una ardilla con una cobra. Son demasiadas relaciones híbridas que se han ido naturalizando. Obviamente son relaciones con productos híbridos también y por lo mismo, estériles.
-Se nos olvida que las relaciones empiezan llenas de entusiasmo, y nos enganchamos unos con otros por razones tan espurias, como si el mundo fuera una gran aplicación de citas a ciegas para el amor, la amistad y hasta los negocios.
-Como humanos tenemos dificultades para relacionarnos. Por tendencia natural nos juntamos con gente que nos complementa. Por eso es difícil que resulte bien, sobre todo si uno es joven. Creo que uno sí debería relacionarse, pero pensándolo bien, deseándolo y exigiéndose alguien valioso. Para eso es importante conocerse a sí mismo, ya sea para estar como para no convivir con alguien. Mucha gente madura y crecida siente que ha perdido energía en intentar lo que no le convenía.
-Tal vez en el fondo siempre sea lo mismo y mucho de lo que hacemos y aceptamos se convierte en mandato porque nos aleja de algo que nos aterra, la soledad. Nadie quiere ser considerado como muy poco, como algo pequeño y hasta invisible.
-Seguimos huyendo de sentirnos solos y entrar en cualquier relación nos hace caer en trampas que después lamentamos.
-Así es la vida, dolorosa y significativa a la vez. Recibamos lo que nos da y démosle lo mejor de nosotros.