Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

El 14 de enero se vio casi consumado el asalto de la “maquinaria de la corrupción” al Estado guatemalteco: Giammattei presentó el informe de su primer año, frente a la incondicional Junta Directiva del Congreso y con la presencia de la presidenta de la CSJ y la Fiscal General, como servidoras. Evidentemente, en Guatemala no existe separación de Poderes; todo lo contrario, hay concentración de los Poderes al servicio del imperio, el CACIF y el crimen organizado. No obstante, esta aparente consolidación se verá afectada este 20 de enero, cuando el imperio ponga un poco de orden en su propio sistema, con el inicio del gobierno de Biden y los Demócratas. Será distinta a partir de ese momento la relación entre la Casa Blanca y el sistema político guatemalteco, lo que ya influyó en el fraccionamiento del CACIF entre los cavernícolas y los modernizantes, con ideas distintas de cómo explotar y acumular capital. El crimen organizado también va a sufrir reacomodos, porque la DEA, bajo Biden, brindará apoyo a actores más confiables para ellos e implementará políticas menos obscenas, con base a objetivos del imperio distintos a las fijaciones de Trump contra algunos países y las y los migrantes. Así, la “maquinaria de la corrupción” puede crujir, particularmente por su absoluta incapacidad de hacer gobierno, que lleva a la constante inestabilidad, particularmente frente al claro descontento popular.

Vale la pena imaginar los escenarios posibles para Guatemala en el período inicial de la presidencia de Biden, reconociendo que, si bien no seremos prioridad para Washington, sí estará el gobierno Demócrata interesado en que no se generen problemas de inestabilidad en toda la región latinoamericana. Acá jugarán un papel especial los estallidos sociales, porque darán la voz de alarma sobre gobiernos que son ilegítimos. Las acciones de hecho de la población pasarán así a tener una importancia mayor que en el pasado reciente. El peor escenario posible sería la continuidad de la tolerancia de Washington hacia la grosera corrupción en el país. Pienso que es muy poco probable, porque nada gana el nuevo gobierno con un Estado guatemalteco sumergido en la corrupción, como ya se ha mencionado en declaraciones de futuros funcionarios. Un segundo escenario, producto del análisis de todo lo que los servilismos de Jimmy y Giammattei ayudaron a Trump y su despotismo, lo cual ha sido puesto en blanco y negro por Norma Torres, es que la nueva administración actúe con mucha frialdad y hasta rechazo hacia el gobierno de Giammattei. Un tercer escenario, de cierta manera intermedio, es que se le diera un compás de espera al Gobierno de Guatemala, para ver si corrige el rumbo; pero insistiendo, como ya lo ha hecho el Departamento de Estado, aun bajo Trump, que se debe poner alto a la corrupción y al abuso de poder. En todo caso, se espera que la llegada de Biden tenga consecuencias inmediatas en el país, una de las cuales podría ser la llegada del vicepresidente a la jefatura de gobierno. Sería una opción que podría aprovecharse para buscar una transición consensuada con la sociedad civil, particularmente el movimiento social y popular.

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