Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Hoy se cumple un año exacto desde que el presidente Alejando Giammattei asumió el poder y fue un año perdido si usamos como punto de partida su discurso del 14 a las 19.
Siempre estará la pandemia como una buena excusa, pero el mandatario sabe que él terminó siendo víctima de los mismos vicios y de los mismos problemas que han hecho sucumbir a sus antecesores. El Presidente sabe que cedió a los chantajes de los de siempre para que las cosas sigan como siempre.
El Presidente es un hombre inteligente para saber, en los ratos de soledad que da el poder, que sus relaciones lo han hecho perder el norte, que tuvo que terminar abriendo plazas, dando contratos y otras prebendas para conjuntar a los que usan el Estado como un botín. Selló alianzas con sus financistas y actores de miedo y pena en el Congreso, la Corte Suprema de Justicia (CSJ), con Consuelo Porras y algunos en la Corte de Constitucionalidad (CC) y todo ello lo ha convertido en lo que dijo que no quería ser cuando alcanzara la primera magistratura del país.
Un año ya está en los libros y la gran pregunta que debe hacerse ahora es ¿es así como desea ser recordado?
Si la excusa es que las mafias son demasiado feroces, muy organizadas y con mucha cultura de poder, pues ahora puede echar mano de una ciudadanía que está harta (y lo ha expresado), sabiendo que además cuenta con una comunidad internacional que está hasta el gorro porque no puede explicar en sus países cómo es que en GT una niña de 2 años, no pesa ni 10 libras y muere al tenor de las “justificaciones” de la autoridad para quitar la desnutrición como causa.
Cuenta con unos migrantes a los que, así como les cuesta llevarse y entenderse entre sí, son una fuerza de trabajo que lograron mantener a flote nuestra economía de subsistencia basada más en el consumo que la inversión y el ahorro, porque las necesidades son innumerables.
Cuenta con muchas personas que piden a gritos venir a invertir a Guatemala porque saben que, a pesar de no tener mano de obra calificada, la gente es luchadora y el mercado da para crecer, justamente porque la gente simplemente no se da por vencida.
Guatemaltecos que deseamos seguir invirtiendo en Guatemala porque entendemos que si tan solo todos actuamos bajo las mismas reglas y nos regimos por los mismos códigos, un futuro mejor es posible.
Siempre, en la vida y en especial cuando se ejerce el poder, hay chance de empezar a enderezar el camino sin excusas. Se necesita determinación, alma, corazón y muchos huevos. Se necesita tener mediano entendimiento para saber que tarde o temprano, esta ruta que lleva el país pasará factura porque los negocios que se hacen o se dejan hacer a los cercanos, queman y mucho.
Giammattei tiene, por increíble e iluso que suene, el destino de su futuro en las manos y solo de él depende ser uno más en el poder y seguir en la ruta de terminar siendo un “hijo de puta más en la historia de este país” (citando sus propias palabras) o pasar a ser el mandatario que inicie una ruta inequívoca de transformación que busque el crecimientos integral y sostenible para todos, alejado de los vicios que son un lastre para el desarrollo.