Víctor Ferrigno F.
A Osvaldo “Chato” Peredo, in memoriam.
La irrupción en el Capitolio de una turba desorganizada, el pasado 6 de enero, ha sido presentada por las empresas mediáticas como un intento de Golpe de Estado, lo cual ha tenido un alto costo para el partido republicano y, especialmente, para Donald Trump. ¿Qué hay detrás de este incidente, y quién lo manipuló mediática y políticamente?
Desde los atentados del 9-11, la sociedad estadounidense, y buena parte del mundo, quedaron sometidos a un férreo control policial y militar, por temor a nuevos atentados terroristas. En EE.UU. la Ley Patriótica permitió todo tipo de abuso de la fuerza pública, y Obama militarizó a las policías estatales, entregándoles armamento de guerra.
Durante las manifestaciones de junio del 2020, promovidas por el movimiento Black Lives Matter (La vida de los negros importa), después del asesinato del afroamericano Georges Floyd, que implicaron enfrentamientos y grandes manifestaciones en más de 45 ciudades, el Capitolio se militarizó; solamente para resguardar el monumento a Lincoln, desplegaron cinco mil efectivos de la Guardia Nacional, y ahora no hubo ni previsión ni contención efectiva de las huestes trumpistas. ¿Por qué?
Aspectos operativos sobre la concentración de los seguidores de Trump y la posibilidad de marchar al Capitolio, el 6 de enero, fueron abiertamente debatidos en las redes sociales; no fue un asunto secreto, que tomara por sorpresa a las fuerzas del orden. La congresista demócrata de California Maxine Waters, informó que cuatro días antes del asalto “tuve una conversación de una hora con el jefe de la policía, quien me aseguró que no se permitiría que los terroristas entraran en la plaza y que el Capitolio estaría seguro». La realidad fue otra, pues los manifestantes encontraron pocos efectivos, e incluso se filmó a guardias levantando las barreras y haciéndose fotos con los ocupantes, que pudieron llevarse hasta el pesado atril de la Presidenta del Congreso.
Washington tiene una compleja red de corporaciones policiales que no estaban en apresto, que no fueron desplegadas preventivamente, ni respondieron con celeridad al llamado de auxilio de la policía del Capitolio. El Estado militarmente más poderoso de la tierra, no permitiría nunca que una desorganizada hueste de manifestantes, armados de cuernos y bates de beisbol, se tomaran el Capitolio, un lugar que en EEUU es considerado casi sagrado, en el que estaba reunido el Presidente electo con el Congreso y el Senado.
Es previsible, entonces, que alguien con un enorme poder ordenó la desmovilización policial y militar, que puso en riesgo a Biden y al poder legislativo bipartidista. Este poder solamente pudo ser el “Deep State”, o Estado Profundo, las fuerzas político-militares que gobiernan de verdad, las que quieren anular políticamente a Trump, para las elecciones de 2024. Por eso los demócratas, aprovechando la ocasión, han iniciado un juicio de desafuero político contra Donald Trump, basado en la Enmienda No. 14 de la Constitución, ocho días antes de terminar su periodo.
En su Sección Tercera, la citada enmienda establece que alguien que ocupó un puesto público, jamás podrá volver a ocuparlo, si “ha incurrido en insurrección o rebelión contra los mismos, o ha dado auxilio o consuelo a sus enemigos”. Ya no les da tiempo de sacar a Trump de la Casa Blanca, pero lo pueden enjuiciar para impedir que se postule en 2024. Así, los republicanos recuperan el control del partido y se deshacen de un aliado incómodo, y los demócratas invalidan a un enemigo importante, que obtuvo más de 72.6 millones de votos ciudadanos, un 6.8% menos que Joe Biden.
Nuevamente, las corporaciones noticiosas nos ocultan la verdad, y hacen aparecer como un Golpe de Estado lo que realmente fue un golpe bajo a un político controversial, que convenció a casi la mitad de los electores de que con él podrían “volver a hacer a América grande”.