El uso de la mascarilla para evitar más contagios Covid-19 no debe dejarse por un lado. Foto La Hora/José Orozco

El incremento en el número de casos positivos en los últimos días es algo que preocupa a las autoridades pero que debe preocupar más a la población que es la que puede sufrir las peores consecuencias por los descuidos que se han ido incrementando, especialmente durante la llamada época navideña, cuando vimos que la gente se comportó como si nada estuviera pasando. Guatemala sigue teniendo un sistema de salud deficiente y por lo tanto es irracional pensar, cómo hacen algunos, que la enfermedad “no es tan grave” o que únicamente afecta seriamente a un reducido número de personas que tienen otras dolencias que pueden traducirse en complicaciones.

Existen algunos que piensan que las autoridades no tienen derecho a meterse en la vida de los ciudadanos y que corresponde a éstos decidir qué medidas tomar para protegerse. El argumento es falaz porque no se trata únicamente de protegerse a sí mismo sino que las precauciones son esenciales para evitar contagiar a otros y de allí la necesidad de usar la mascarilla correctamente, y vemos cómo se ha ido abandonando esa práctica y en lugares muy concurridos se nota la presencia de muchos que no usan ese sencillo instrumento de protección.

El aumento de casos es consecuencia lógica y predecible por los excesos y abusos cometidos durante los días de fin de año y ahora vemos que la curva se dispara en lo que no es una segunda ola, sino el crecimiento de la primera como consecuencia de la actitud irresponsable que muchos han tenido en estos días.

Se habla, entre quienes se oponen a usar mascarilla correctamente, de la libertad individual y que el Estado y las autoridades no tienen por qué tomar decisiones e imponerle nada a nadie. Sin embargo, estamos frente a una pandemia y el Estado y las autoridades no pueden permitir que el comportamiento irresponsable de algunos provoque la muerte de otros y es ello lo que da origen a la facultad que se tiene para, preservando el bien común, que se dispongan medidas que pretenden reducir los contagios.

No hay tal conflicto entre la libertad individual y el bien común, como no lo hay cuando se disponen medidas relacionadas, por ejemplo, con algo tan sencillo como los límites de velocidad. Se trata de regular la actividad social para evitar que la irresponsabilidad de uno termine cobrando la vida de otro y lo mismo se aplica ahora en el caso de la pandemia, cuando todos tenemos que contribuir a preservar la salud pública mediante el acatamiento de sencillas reglas.

Redacción La Hora

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