Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

Creo que no hay algo tan sin sentido como la circunferencia (“línea curva y cerrada cuyos puntos están a la misma distancia del centro”). Es la repetición perpetua de lo mismo. Me parece la mayor expresión de la necedad. Siempre llegas al mismo lugar, no importa cuánto esfuerzo dediques, ni por cuánto tiempo lo hagas. El punto de partida siempre y perenemente será el mismo de llegada.

Así es el tiempo. Mañana terminará el 2020. Y pasado mañana comenzará un año nuevo. La definición de inicio y fin en esa circunferencia es arbitraria, cualquiera de los infinitos puntos que la componen puede ser el uno o el otro.

Por eso, la espiral tiene más sentido, aunque esté formada por la aparente repetición de círculos. En ella no se repite un solo punto. Es la línea que mejor representa el cambio, uno que gradualmente avanza sin la necedad de la repetición.

Así deberían ser nuestras vidas, así debería ser la sociedad, así debería ser la Humanidad. Perpetuamente avanzando, con una inercia que empuja no a la repetición infinita, sino que a la transformación.

La medición del tiempo nos permite definir, haciendo uso de nuestra capacidad discrecional, que la Tierra “termina” una vuelta al sol el 31 de diciembre y que el primero de enero “comienza” una nueva.

Nosotros deberíamos subirnos sobre ese círculo (“superficie plana limitada por una circunferencia”) para construir una espiral que nos permita escaparnos de la reiteración obsesiva de dicha línea, dibujada por el movimiento de traslación de la Tierra.

En nuestras vidas eso significaría que la conducta que tuvimos durante los 365 días del 2020 sirva de base para construir y ejecutar una conducta en la próxima vuelta del planeta al sol, que, como bien se ha dicho ya, supere la necedad de hacer lo mismo pretendiendo resultados diferentes.

En el caso de nuestra sociedad, el círculo conformado por los 365 días transcurridos debería ser el piso para repensar el futuro que nos espera, donde hubiera avances sustanciales en los siguientes temas: justicia, pobreza, desnutrición, exclusión, desigualdad, crecimiento económico inclusivo y sostenibilidad ambiental.
Y la Humanidad habría de replantearse su sobrevivencia en un planeta engullido por su conducta consumista sin límites de una producción que irracionalmente destruye el planeta de manera vertiginosa.

Pero todo lo anteriormente referido es tan sólo un discurso sobre lugares comunes, tan intrascendentes como la corrección política, si no se concreta en hechos y procesos, graduales pero continuos.

Lo que hagamos a nivel individual es muy importante, incluso nos podría permitir ganar la gloria (si además somos creyentes, nos dirán los guardianes de la fe), pero el verdadero sendero es el que se transita en colectivo, concertando, cediendo en proporción directa a nuestros privilegios.
Feliz vuelta al sol, estimados lectores, portadores de privilegios en un país de desposeídos.

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