Gladys Monterroso
“Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.” Cicerón
El Estado de Guatemala, ha estado siempre cooptado por sistemas reales de poder que dirigían e hilaban fino para colocar sus alfiles en las diferentes instituciones, y que como reza el dicho popular, a compadre hablado se eligieran determinados personajes para dirigen determinadas instituciones para favoreces intereses personales sobre los generales.
La cooptación se arraigó, se popularizó, y se tornó tosca a raíz de las reformas constitucionales de 1993, en las que se crearon las comisiones de postulación, de ahí a la prostitución de instituciones gremiales, académicas y otras, fue solamente un paso, no fui parte de los ponentes de las reformas, por lo que a la distancia se desconoce el objetivo real de la creación de dichas comisiones, lo que es cierto es que día con día vemos como el sistema obedece a los poderes históricos y otros emergentes, que han ido apoderándose de instituciones que debieron ser democráticas, y que no lo son.
Antes de las reformas del 93, los abogados, economistas, contadores públicos y ciencias afines se agremiaban para su propio desarrollo, no existían las universidades de cartón, y los profesionales con sus excepciones eran personas de honor, hoy la honorabilidad es la excepción, la población en general nos vislumbra como capos, alfiles, siervos, no como profesionales con formación académica, baste escuchar a “profesionales” de distintas ciencias en su día a día y lo que menos parecen son profesionales, es cierto que la educación no necesariamente va de la mano con un título universitario o de educación media, lo que si es cierto es que debería ser un marco de referencia, pero no es así.
Cuando las comisiones de postulación, decidieron integrar dentro de los requisitos para optar a un cargo público, la docencia universitaria, ese día la academia murió, se convirtió en un peldaño para optar a un puesto, sin importar si se contaban o no con las calidades mínimas para ser docente, en sí, muchos no saben nada de la materia que imparten, baste con conversar con alumnos universitarios de cualquier universidad para escuchar “He tenido muy malos catedráticos, el fulanito nunca nos dio clases, acosaba a las compañeras jóvenes, no aprendimos nada” o “La zutanita venía a leer fotocopias y cuando preguntábamos no sabía que contestar”.
Bajo esa constante, en el momento que se presentan a su examen técnico y los examinan verdaderos académicos pierden el examen, pero con las facilidades que proporcionan muchas “universidades” un mismo alumno puede solicitar examinarse hasta en tres “universidades” y probar en cual aprobaran el “examen”, lo que importa es contar con un cartón que los acredite como licenciados, maestros y hasta doctores, que les facilitará el acceso a las esferas de poder corrompido en la que se compra el voto por unos chicharrones, o un plato de carne con longaniza, porque los verdaderos banquetes son para otros, los de la cúpula, la pirámide siempre estará ahí.
Lo más dramático para la sociedad en general, estriba en que pocas profesiones no son parte de este sistema cooptado, en el que no podemos aspirar a una justicia pronta y cumplida, a la ejecución de obras necesarias para la población, en la calidad del gasto público, especialmente el gasto social tan necesario en países tercermundistas casi llegando al cuarto mundo como el nuestro.
He escuchado y leído en infinidad de ocasiones, que el problema se encuentra en que los ciudadanos honestos, si los hay, no participan, pregunto ¿Hay posibilidades? No, no las hay, expedientes van, expedientes vienen, pero cual cartas, ya todos están marcados, y no se considera la experiencia ni el conocimiento, se considera quien podrá servir mejor, no a la sociedad, a los jefes del momento, a los que probablemente veremos entre rejas dos, tres cuatro años más tarde.
La prueba de lo anterior la encontramos al leer o escuchar las noticias, la corrupción se ha incrementado de tal forma que no es asombroso precisamente que “profesionales” de cualquier área de la ciencia o la técnica sean apresados un día sí y otro también, acusados del delito más aberrante: Robar el recurso público.
Está en las manos de los rectores y decanos de las diferentes universidades, escuelas y facultades el cambio, si no hacen nada, el tiempo que es el mejor juez, y los sentenciará.
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