Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
No fue secreto que el presidente Alejandro Giammattei y el vicepresidente Guillermo Castillo llegaron a tener serios problemas en su relación política y ante ello, el segundo a bordo tuvo que ir buscando espacios para tener mayor incidencia porque la figura de Miguel Martínez no solo le robó funciones sino que tenía y seguirá teniendo el oído de Giammattei.
La verdad es que Martínez no necesita tener Centro de Gobierno para mandar, el centro era necesario para tener asignados millones vía la Secretaría General de la Presidencia, pero yo siempre insistí que el Centro era el reducto de mando del momento, como lo fue el de Cohesión Social de Sandra Torres y la vicepresidencia de Roxana Baldetti.
Entonces su cierre es importante pero no es suficiente y eso parece, visto desde afuera, ser la tónica de los acuerdos.
Se habló de Gendri Reyes pero su remoción, que debía haberse dado de forma inmediata, depende del “estudio que está realizando el Ministerio Público (MP)”, pues dicen que investiga qué pasó los dos últimos sábados. Lo que diga el MP determinará si Gendri enfrenta la ley y corre el riesgo de ir a la cárcel, no si es mejor que se quede o se vaya del Gobierno.
A Castillo le asignaron los temas del presupuesto y la reconstrucción, campos en los que se ve difícil que incida porque en ambos temas prevalecen los acuerdos que el Presidente hizo con las mafias más rancias del Congreso (incluyendo el narcotráfico y la corrupción).
En otras palabras, a “la labor” asignada a Castillo no se le ve mucho por dónde porque no dijeron ni pío de esas perversas alianzas por las que existe la Junta Directiva tan cínica como las pasadas, no hay elección de cortes, el sistema electoral, la forma de elegir y financiar no están en riesgo, el servicio civil intacto, Consuelo Porras seguirá siendo “amiga del Presidente” y la Contraloría la mejor amiga de la corrupción.
Si de verdad queremos que “la firma de la paz” del binomio se traduzca en cambios para Guatemala y no solo “mejorar” su relación personal, debemos seguir insistiendo en los vicios del sistema y proponiendo salidas concretas.
Si la lucha de Castillo era Guatemala y no solo mejorar su relación con Giammattei, ojalá esté presionando fuera de cámaras para no solo lograr la salida de quien le dio el último tiro de gracia a la institucionalidad policial, si no de asegurar que pronto tendremos cortes “lo más idóneas” posibles, que en unos años podamos elegir por nombre y no por listados a los diputados, que los acuerdos con los que el Congreso convirtió a Giammattei en un político dócil y cómplice se manden “al carajo” y que se trabajará para evitar los negocios en obras, compras y plazas.
Uno no sabe qué hablaron ellos con Fulvio Pompeo y no sabe qué han platicado ellos en privado, pero visto desde afuera, tras años de ver a los políticos maniobrar para bajar el fuego con el afán de que el sistema que les permitió llegar no sufra sobresaltos y por la timidez de los acuerdos, queda la sensación que hay jugada, gato encerrado y que se busca aplacar a una Plaza que tarde o temprano, cuando quede en evidencia la porquería, que el “hueveo” no para, que el financiamiento es la llave para acceder a miles de millones, saldrá a las calles harta hasta donde ya no más.
Lo de ayer es un acuerdo político para mejorar una relación, no para transformar un país.