Si analizamos lo ocurrido en Guatemala en los últimos cinco años podemos y debemos concluir que este año apenas si hubo un traslado de estafeta entre Jimmy Morales y Alejandro Giammattei para que, con uno que otro nuevo diputado que vino a resultar peor que los anteriores, continuara y se afianzara el Pacto o alianza que creció como espuma cuando se dieron cuenta que tuvieron éxito al buscar el respaldo del mismo Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien facilitó que se desmontara la lucha contra la corrupción y dio luz verde a que en nuestro país, luego de estar arrinconados por las investigaciones iniciadas en el año 2015, los sindicados de corrupción volvieran a sentirse absolutamente seguros de que la persecución penal en su contra desaparecería como por arte de magia.

La patraña fue astuta. Le vendieron la idea a Trump de que la CICIG era el calco de la Fiscalía Especial que dirigía Robert Mueller para investigar la campaña electoral de Trump, la interferencia rusa y las posteriores acciones para obstaculizar la justicia. Que así como Mueller tenía su “cacería de brujas” contra Trump, aquí Iván Velásquez hacía lo mismo contra el pobre Jimmy Morales. Los empresarios gastaron buena plata en hacer “Lobby” para influir no sólo en la Casa Blanca sino también entre prominentes figuras del partido Republicano que se subieron gustosos al carro de que en Guatemala había una conspiración del viejo comunismo internacional contra un “honesto” presidente que, con sus ministros, se dedicaba a llenar maletas con dinero robado que no habían podido lavar todavía.

Cuando Giammattei recibió la estafeta fue uno de los más maravillosos sucesos de gatopardismo. Todo cambió para que nada cambiara y, por el contrario, los nuevos vinieron con más ganas, no sólo de pisto, sino para controlar de una vez por todas el aparato del Estado para cumplir a los financistas que son los inamovibles beneficiarios de la eterna corrupción. Los políticos, como se puede demostrar con los Colom, los Pérez Molina y Baldetti y Jimmy Morales, son aves de paso a los que el gran poder real les permite llegar para que sean sus sirvientes (con derecho a robar), pero comprometidos con mantener el régimen de corrupción y privilegios.

Y Trump fue el mejor aliado que pudieron encontrar porque para él el tema de la corrupción no es asunto que tenga mayor importancia. Astutos, los que planificaron la jugada entendieron que a él lo único que le interesa es que se le sirva bien y por ello el traslado de nuestra Embajada en Israel y los acuerdos de Tercer País Seguro que fueron una traición a nuestros pobres migrantes.

Pero todo eso se acaba el 20 de enero aunque, de hecho, ya se acabó porque ahora Trump solo encuentra sosiego cuando dice que le robaron la elección o se distrae jugando golf y los asuntos de Estado los ha abandonado por completo.

La nueva administración entiende el tema migratorio. Mientras haya pobreza habrá migración y mientras reine la corrupción habrá cada vez mayor pobreza. Dos más dos son cuatro y por eso es que hay ya vientos de fronda propicios para la nueva actitud que está tomando el pueblo en Guatemala.

Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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