Carlos Rolando Yax Medrano

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Carlos Rolando Yax Medrano

Una de las características más importantes de los sistemas democráticos es la representación, es decir, la delegación del poder de decisión de los ciudadanos en personas que lo hagan en su nombre, o representantes. Según la configuración de los sistemas electorales, varía la representación de los ciudadanos. En Guatemala, como en el resto de América Latina, el sistema político es presidencial. Por lo tanto, hay dos aspectos que se deben tomar en consideración para el análisis de la representación: el criterio de mayoría implementado en el sistema electoral y el ciclo electoral de las elecciones presidenciales y parlamentarias.

El criterio de mayoría implementado en Guatemala para ganar las elecciones presidenciales es el de mayoría absoluta. En caso de que ningún partido obtenga más del 50% del total de votos emitidos en la primera vuelta, los dos partidos con la mayor cantidad de votos obtenidos participan en la segunda vuelta, donde se proclama al ganador según el criterio de mayoría relativa, es decir, pierde el partido que obtenga menos votos.

El ciclo electoral en Guatemala es simultáneo. Las elecciones presidenciales y las parlamentarias se realizan al mismo tiempo. Sus efectos son: a) la tendencia a la dispersión del voto ante la alta posibilidad de la segunda vuelta y, por tanto, el voto por el partido preferido aunque no sea relevante; b) el arrastre que traslada los votos del candidato presidencial preferido del elector también a su partido y, en consecuencia, a sus candidatos parlamentarios; c) presidentes sin apoyo parlamentario mayoritario como consecuencia de la dispersión del voto presidencial y el arrastre de esa dispersión al voto parlamentario.

El resultado de la conjunción del criterio de mayoría y el ciclo electoral es que los representantes asumen los cargos para los cuales fueron electos, sin apoyos populares amplios. Y, si bien es lo mejor para la conformación plural del Congreso, también es contraproducente para la Presidencia de la República porque, al ser un cargo unipersonal, necesita de la concentración mayoritaria del voto para contar no solo con la legitimidad formal del proceso electoral para la gobernanza sino con la legitimidad material para la gobernabilidad.

La legitimidad es la cualidad de genuina aceptación, es decir, la disposición de los gobernados de reconocer a sus gobernantes. La legitimidad, en primera instancia, está determinada de manera parcial por la calidad democrática con la que se eligen a los representantes en quienes se delega el ejercicio del poder de decisión. Si un candidato obtiene la mayoría de los votos en las elecciones, suponiendo un escenario competitivo, es legítima su asunción de las funciones del representante. Sin embargo, la legitimidad no es completa sino hasta que los electores tienen también la capacidad de determinar la continuidad de quien ha asumido como representante conforme a la calidad del desempeño de sus funciones. Si un representante deja de satisfacer a sus electores, debe poder ser retirado del cargo para ser sustituido, mediante elecciones, por alguien que satisfaga a los electores de nuevo.

Aunque, en la propia opinión, el sistema presidencial es un problema para una sociedad tan plural como la guatemalteca, si se teme cambiar de un sistema presidencial a un parlamentario, los cambios deben empezar por: 1) el criterio de mayoría, 2) el ciclo electoral y 3) la revocatoria de mandato por la posibilidad que brinda a los electores de retirarle el apoyo demostrado a sus representantes en las elecciones, si ya no satisfacen la representación para la cual fueron delegados.

La genuina aceptación implica, no sólo dar el voto sino también la opción de retirarlo.

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