La crisis que hoy estamos viviendo es producto de que el guatemalteco no tuvo otro remedio que mostrar su indignación ante el insolente comportamiento de los captores del Estado que tienen el control de los organismos Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sometidos a sus caprichos y ambiciones corruptas que comparten con aquellos socios que les financian las aventuras políticas a cambio de que les protejan e incrementen los enormes privilegios, acumulados a costa del despojo constante que se traduce en la falta de oportunidades para las gentes menos afortunadas.

Tras una indecente invocación de la Carta Democrática de la OEA, nos llega una misión que viene a investigar esa reacción ciudadana, pero no a investigar los sucios sucesos que ocurrieron el mismo día en el que alguien encontró todas las facilidades del mundo para poner fuego en el Congreso y desatar una amplia y brutal represión en contra de pacíficos manifestantes. No vienen a investigar por qué la gente está inconforme, contra qué protesta y qué es lo que reclama. Si la OEA fuera una entidad al servicio de los pueblos y no de los corruptos gobernantes, hubiera mandado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para investigar la brutalidad policial y las artimañas del poder público para justificar la violenta reacción de las fuerzas de seguridad, con la evidente intención de aterrorizar a esos guatemaltecos que decidieron dar un paso al frente luego de la desfachatez con que aprobaron otro presupuesto diseñado para facilitar el saqueo.

La captura del Estado viene de lejos. De aquellos primeros años en los que el dueño de los canales de televisión facilitó la elección del primer presidente de la llamada era democrática a cambio de la seguridad y millonarias ventajas para su monopolio. Y desde entonces, cada elección, es una danza de millones, puestos por los que se sienten o quieren ser dueños del país y entre los que hay tanto empresarios como miembros del crimen organizado, que a punta de financiamiento controlan a presidentes, diputados, jueces y magistrados para asegurar un sistema que hizo que el Estado perdiera su sentido y su norte, dejando de buscar el bien común. Giammattei no es el primer Presidente de la Dictadura de la Corrupción aunque sí ha demostrado que es el más brutal y autoritario. Otto Pérez y Jimmy Morales enfrentaron distintas formas de repudio y manifestaciones en contra, sin recurrir a la represión ni con sofisticados planes para, quemando el Congreso, crear las condiciones que justificarían la brutalidad policial.

Los pueblos no se levantan porque sí. A los chilenos les tomó mucho tiempo ver el daño que les causaba un modelo en el que las ventajas eran para unos pocos y el costo social tan elevado lo pagaba la población. Los guatemaltecos vimos la dimensión de la corrupción en el 2015 pero muchos creyeron que en las urnas se arreglaría el sistema, y el resultado está a la vista tras dos elecciones con resultados patéticos.

Si los que en nombre de la Carta Democrática creen que el nuestro es un sistema realmente democrático, están equivocados. Aquí debieron invocar la Carta Cleptocrática porque lo que quieren defender es una Cleptocracia que le roba las oportunidades al pueblo.

Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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