Alfonso Mata
Nuestros medios de comunicación, día a día nos informan en sus primeras planas, no sobre nuestro destino como individuos o cómo nación, sino de la maldad y la corrupción que se constituye para muchos, en punto de partida de su diario vivir y eso desarrolla en todas las diversas formas de individuos que tiene la sociedad, una manera de comportarse, pensar y actuar dentro de una diversidad de valores e intereses que cada día resultan más heterogéneos: la diversidad humana ética y moral es innegable.
Pero algo surge evidente dentro de esa heterogeneidad. En nuestra nación la mayoría de gente vive en lucha y enfrentamientos sea directa o indirectamente con su gobierno, otros grupos con los miembros de su mismo grupo, atraídos por su empeño en sobrevivir y crecer olvidándose del mandato de gobernanza de Gentes y Naciones que establece que “cada cual debe actuar dentro de lo suyo” dentro de la NORMA y substituyéndolo por el menos humanizado de “cada cuál para sí” que es parte de la máxima expresión del egoísmo y actuando de esta manera, no a través del esfuerzo propio honesto sino de la trasgresión y ello merece mayor repudio de la gente y se vuelve obvio, cuando eso sucede dentro del Estado, que se ha convertido en refugio de mutantes de la peor calaña.
Ha constituido una tremenda aberración de apreciación, colocar en el mismo canasto todos los males de una Nación, pues experiencias y observaciones demuestran que: corrupción estatal, delincuencia organizada, delincuencia común, narcotráfico, violencia intrafamiliar, no tienen las mismas causas y los mismos efectos y lo trágico en cada uno de estos grupos de males es que: de esa forma se ignora temporalmente lo que cada uno de ellos ocasiona.
Abra usted un periódico de hoy, de hace meses o años y se topará con una serie de noticias desesperadas en cada uno de esos temas; pero sobre la forma de encararlos, de las acciones a implementar, de su éxito o fracaso ¡nada!. Somos un pueblo denunciante a la vez que poco actuante, en donde las grandes dificultades en cuanto a males se entrelazan, generando una fuerte tensión en la vida diaria de la mayoría de pobladores y de sus relaciones familiares y laborales. En donde la preocupación por el trabajo y el dinero, adquiere carácter central en importancia, restándole a lo social la jerarquía debida y permitiendo a lo político alta tolerancia.
Carecemos entonces como Nación, de conocimientos y de conciencia de profundidad necesaria, sobre cuestiones esenciales no solo sobre el origen de nuestros males, sino de la mejor manera de afrontarlos y comprometernos con sus soluciones y mucho menos de asociar lo que resulta de ello. Bajo esos términos, nuestro debate político e incluso académico y en las indagaciones judiciales y económicas es pobre, pues nadie quiere dar su brazo a torcer. Somos un pueblo entusiasmado y comprometido con las prebendas y que vive de la ficción de encaramarse al poder, bajo circunstancias y condiciones que casi siempre riñen con lo justo y honesto sin percatarnos en el “yo estoy bien tu estas bien”.