Luis Fernando Bermejo Quiñónez

@BermejoGt

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Por: Lic. Luis Fernando Bermejo Quiñónez
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La crisis actual sobre el abultado presupuesto aprobado con “urgencia nacional” puede ser endilgada muy fácilmente al Presidente Giammattei y su Ministro de Finanzas. Sin embargo, en mi opinión el principal actor en esta crisis es el Congreso. El Presidente quiere pagar con el dinero de la población los votos que necesita para impulsar su agenda y nombrar Cortes a su antojo (y el de ellos). De la misma forma éstos no dudan en “vender” sus votos para recibir miles de millones más para el Listado Geográfico de Obras a través de los Consejos de Desarrollo en sus distritos para que sus contratistas “preferidos” (muchos ligados al narcotráfico y al lavado de dinero) puedan agenciarle cuantiosos recursos de vuelta “a sus arcas”. Lo mismo ocurre con el Ministerio de Comunicaciones.

El Congreso en nuestro marco constitucional tiene muchísimo poder. Decreta leyes, aprueba el presupuesto, nombra los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y Salas de Apelaciones, nombra representantes en la Corte de Constitucionalidad (CC), nombra a miembros del Tribunal Suprema Electoral (TSE), y en fin, tienen importante incidencia en la mayoría de asuntos del Estado. Pero el problema no es que el Congreso tenga esas facultades. El problema es que cada cuatro años nombramos una camada tras otra de despreciables (con algunas excepciones), “nuevos” y “reciclados”, que lo que llegan es a representar su “bolsa”, o al crimen organizado y narcotraficantes y otros a representar intereses quizá lícitos pero opacos. Pocos llegan representando una “ideología definida” y para fungir una “representación” de sus votantes. Falta únicamente apreciar la “hipocresía ideológica” con la cual actuaron los diputados que se dicen de “derecha” que afirman ser guardianes de los valores tradicionales familiares y la “responsabilidad fiscal” (Creo, Valor, UCN, Vamos y Viva) votando por un presupuesto desfinanciado, lleno de bolsones de corrupción, cargado de deuda y a espaldas de la población.

Actualmente la Ley Electoral y de Partidos Políticos establece el sistema de elección de diputados por “listados cerrados y bloqueados” en el cual los partidos políticos designan y eligen los diputados por planillas ubicándolos en casillas numeradas en forma descendente. El ciudadano no puede variar el orden de la asignación ni variar el orden de los candidatos en el listado. El uso de este sistema ha resultado en nuestro sistema en que las “primeras casillas” sean objeto de “compra” por sumas millonarias por “caciques” y que dentro de los listados controlados por los partidos se “cuelen” numerosos indeseables. Los diputados no tienen, en la práctica, una conexión con sus votantes, una vez electos, hacen lo que quieren.

¿Qué debe hacerse? Existe un gran deseo en el electorado en elegir “personas” y no “listados de desconocidos”. Para ello, se propugna la creación de “distritos pequeños”. El problema es que con la redacción actual del artículo 157 de la Constitución que estatuye que “Cada uno de los Departamentos de la República, constituye un distrito electoral…” y que los diputados distritales se eligen por departamento, la CC ha dicho que no es posible formar sub-distritos. Una opción es emprender una reforma profunda del régimen administrativo del Estado conforme al artículo 224 de la Constitución y crear más departamentos más reducidos para formar distritos más pequeños, una monumental tarea, pero que pudiere viabilizar la creación de distritos pequeños para viabilizar la creación de distritos “uninominales” de diputados. Lo anterior, también pudiera obtenerse reformando el artículo 157 de la Constitución. Otra monumental tarea, pero tampoco imposible y propugnada por muchos.

Otra opción es el sistema de “listas cerradas y desbloqueadas” (los partidos definen listas pero el votante puede variar el “orden” del listado de acuerdo a preferencias). Este sistema es un “intermedio” para buscar el anhelado objetivo de mejorar la representatividad e incluso introducir unas dinámicas dentro de los partidos que ayudarían a incluso a mejorar la gobernanza del Congreso. Lo importante es que cualquier reforma que se realice sobre la elección de diputados, tendrá desafíos importantes y ningún sistema electoral será solo virtudes. Pero la población está cansada de votar por listados con candidatos desconocidos con “rienda suelta” al ser electos. Mucho más lo están que una vez electos se vuelvan cínicos seguidores de disciplinas partidarias infames como hemos estado viendo actualmente. Me parece que discutir los sistemas propuestos, si no infalibles, nos mueve en la dirección correcta. Los problemas políticos de nuestro país están en el Congreso. ¡Hagamos algo ya!

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