Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Alejandro Giammattei dijo en campaña que no quería ser “reconocido como un hijo de puta más en la historia de este país”. Valdrá la pena que el mandatario regrese y revise qué lo hizo expresarse de esa manera, porque desde el 14 de enero emprendió la ruta necesaria para terminar siendo recordado como no quería.
Sus alianzas con el Congreso, que empezaron desde la campaña y el pinche financiamiento mal hecho, que es como una especie de deporte nacional, lo hicieron rápidamente pasar a ser el operador de turno del sistema y lo ha venido haciendo muy bien para él y sus socios, pero con efectos nocivos para el país.
Alejandro Giammattei negoció el presupuesto, otorgó plazas en el Ejecutivo y otras dependencias (ojo a la denuncia de Edwin Escobar contra el diputado Jorge García quien presentó una moción clave el martes) y por eso es que no puede vetar el presupuesto porque ya empeñó su presidencia. Lo lógico, para el país y su futuro político, era decir que seguía analizando para vetar y que se arregle el presupuesto.
Pero no lo hizo porque eso significa romper alianzas con los actores del sistema que bloquean todos los cambios (los diputados) y siente que si lo hace, le empiezan a sacar sus trapos al sol que lo pueden poner en apuros con la ley y por eso es que se esmera en llamar amiga a Consuelo Porras.
Como se dieron cuenta que el sistema estaba en juego, ayer Giammattei maniobró para tener reuniones que le permitieran apaciguar los ánimos. Les explicó que el sistema estaba en juego y que si seguían pidiendo el veto, abrían las puertas para que se empezaran a dar cambios que no permitirán más negocios y por eso vimos en la tarde que ya algunos no pidieron el veto si no “salidas técnicas”.
No puede vetar porque parte del acuerdo es que le quiten al sistema a esos dos magistrados de la Corte de Constitucionalidad (CC) que más incómodos les resultan y no ha faltado quien le ha dicho que si no sanciona (y valida) el presupuesto, no tendrá los votos para quitar a Porras y de Mata.
Si usted siempre se preguntó por qué el Gobierno y el Congreso guardaron silencio con los Q122 millones ligados a José Luis Benito, en estos días ha tenido su respuesta: LAS MAFIAS NO QUEMAN LOS CAMINOS QUE SE USAN PARA LOS NEGOCIOS. Decir algo de Benito era poner en riesgo al sistema.
La Plaza tiene ahora la palabra y debemos entender que cuando se regrese de la misma, la tarea sigue porque esto no habrá cambiado y resulta indispensable que alcancemos los acuerdos para derrotar a un sistema que ha permitido la DICTADURA DE LA CORRUPCIÓN.
Ladinos, indígenas, trabajadores, empresarios, debemos entender lo que está en juego para esmerarnos más en la capacidad de alcanzar acuerdos. Ni Giammattei ni Guillermo Castillo van a terminar renunciando por ahora, pero la presión para el sistema está creciendo y por eso urge tener la capacidad de articular para resquebrajarlo para resolver los vicios y sentar mejores bases para el futuro.
La de ahora es una oportunidad real para derribar un sistema que es una camisa de fuerza para el honrado y el trabajador, pero una herramienta sumamente útil para las mafias, el crimen organizado, los delincuentes de cuello blanco y los políticos de turno que no se cansan de ordeñar el dinero de la gente.
El sistema empieza a estar en juego y lejos de hacer la de Giammattei de cerrar filas y pactar con los de siempre, debemos atinar a unirnos alrededor de mínimos que nos reafirmen que una mejor Guatemala es posible. Y la tenemos al alcance.