Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Los que usan la soberanía como argumento para evitar la lucha contra la corrupción promovieron la más asquerosa intervención de Estados Unidos en Guatemala en toda la historia. Son muchas las intervenciones observadas a lo largo de los años porque somos un país que está en la zona de influencia de Washington y además aquí es costumbre pedir el apoyo de la Embajada para casi cualquier causa. Una de las más recientes y destacadas, sin duda, fue la de 1954 cuando se utilizó el argumento ideológico que fue diseñado por la United Fruit Company (Leer el libro “An American Company, The Tragedy of the United Fuit” escrito por Thomas McCaan, ejecutivo de la frutera) que dejó terribles huellas que aún estamos sufriendo en Guatemala.
Cada Golpe de Estado que hubo en el país tenía que tener el visto bueno de la Embajada y ese detalle basta y sobra para establecer cuán soberanos hemos sido. Pero la más asquerosa intervención que se dio fue en la administración de Donald Trump, para acabar de una vez por todas con el notable esfuerzo que empezó en el año 2015 con las capturas de Baldetti, primero, y de Pérez Molina después. El gobierno corrupto de Jimmy Morales, asesorado por algunos de los embajadores recientemente indemnizados por Giammattei, diseñó toda una estrategia para convencer al también corrupto Trump de que aquí lo que ocurría era una persecución política, “un remedo de las investigaciones que en su contra hacía Robert Mueller”, y de esa cuenta la Casa Blanca dio luz verde a la expulsión de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, luego de maniobras como el traslado de la embajada de Guatemala a Jerusalén para apoyar a Trump.
A cambio de liberar a los corruptos de la investigación, Trump impuso que Guatemala firmara un acuerdo de Tercer País Seguro con el fin de combatir la migración, usando a nuestros migrantes como moneda de cambio para que Trump accediera a terminar con el esfuerzo anticorrupción que encabezó la CICIG y el anterior MP.
Y digo que es peor esa intervención que la del 54 porque en este caso se condenó a Guatemala a vivir bajo un esquema de absoluto control de los corruptos sobre todo el aparato institucional. Los tres poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial están bajo el control de quienes conforman el pacto de corruptos y ahora esperan incrementar su poder eligiendo magistrados seleccionados por Alejos y controlando la Corte de Constitucionalidad para cerrar de una vez el capítulo del esfuerzo anticorrupción.
Si mico con mico se dan la cola, los regímenes corruptos de Morales y de Trump lo hicieron para producir un efecto devastador que nos condena a que sigamos sufriendo pobreza e inseguridad, hechos generadores de la migración y que son consecuencia de la corrupción y la impunidad.
Si la intervención del 54 tiene aún coletazos como la manipulación que se hizo al “ideologizar” la lucha contra la corrupción, imaginemos el efecto que tendrá esta última intervención, la más perversa que Estados Unidos ha hecho en nuestro país y que tenía el sello del más corrupto y mentiroso presidente norteamericano. Detalles en los que, sin duda, ha de reparar la Administración Biden.