Julio R. García-Merlos
George Washington afirmaba que, si la libertad de expresión nos fuese arrebatada seríamos conducidos, lerdos y silenciosos, como ovejas al matadero. Él pensaba que sería el gobierno el que la afectaría, pero hoy en día las grandes empresas de tecnología se cuentan entre sus principales enemigas.
El pasado 14 de octubre, la red social Twitter censuró un artículo en el que se expone las relaciones del hijo del candidato presidencial Joe Biden con un ejecutivo de una empresa ucraniana, se muestra la imagen de un correo en el que este agradece a Hunter Biden por coordinar una reunión con su padre. Resulta que el artículo censurado era del New York Post, uno de los diarios de mayor circulación en Estados Unidos, con un prestigio sólido y fundado por el mismo Alexander Hamilton. El acto de censura fue tan burdo que ocasionó indignación masiva, las acciones de la empresa en la bolsa cayeron considerablemente, sin embargo, fue hasta el viernes 30 que Twitter levantó la censura.
La compañía trató de justificar sus actos, notificó al diario que la censura se debía a que el material que contenía el artículo había sido hackeado y que era potencialmente dañino. Esto trajo como consecuencia que Jack Dorsey, el CEO de Twitter, fuera citado para comparecer ante una comisión del Senado de los Estados Unidos. Durante la citación, el senador Ted Cruz manifestó con firmeza que las compañías Google, Facebook y Twitter representan una amenaza para libertad de emisión del pensamiento y para elecciones libres y justas. El senador cuestionó fuertemente los actos de censura por parte de Twitter e indicó que hace unas semanas cuando se publicaron las declaraciones de impuestos del presidente Donald Trump, obtenidas mediante la comisión de un delito federal, no censuraron nada. Mientras que Dorsey afirmaba que la censura se había levantado, algunos usuarios indicaban que aún no se podía compartir la historia. Dorsey aceptó que sus políticas de censura eran un error y que las cambiaron, sin embargo, queda claro que ganaron tiempo para evitar que las publicaciones del New York Post se conocieran con suficiente antelación a la jornada electoral de mañana.
Los dueños y directivos de las grandes empresas de tecnología en Estados Unidos están abusando del poder que tienen para influir en las opiniones políticas e impactar en las elecciones. Se han investido a sí mismos como árbitros de la democracia, censuran a aquellos que expresan visiones políticas con las que no están de acuerdo y reportajes de medios de comunicación que puedan dañar a candidatos del Partido Demócrata.
Desde hace cuatro años comenzaron a sonar las alarmas sobre el poder de las redes sociales y sus dueños en el mundo político. La salud de las democracias en el mundo depende de la capacidad de los gobernantes y de los ciudadanos para hacer que estos actores rindan cuentas por sus políticas particulares. En especial, para evitar que bajo el manto del fact-checking acaben paulatinamente con la libertad de expresión, cada día más ahogada entre la corrección política y sus criterios arbitrarios. Debemos poner atención a este tema.
Julio García-Merlos
@jgarciamerlos