Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

Durante los últimos 199 años, la población guatemalteca no ha tenido descanso en cuanto a vivir en paz, desarrollar de forma libre sus inquietudes económicas, culturales y sociales, parece increíble pero así ha sido. En cada etapa política se ha vivido lo peor de la violencia incontrolada, desbocada, sin freno ni límite lo que ha llenado los cementerios a punto de colapsar.

Pero hoy la muerte violenta no es la única causa de miles de fallecimientos que enlutan con dolor, sufrimiento y congoja a una población inerme por la mala calidad del gobierno para delinear planes de contención, estrategias definidas y poca o nula transparencia para enfrentar a la pandemia del coronavirus.

Si, todos los muertos hablan, porque dejaron tras de sí, una historia de amor, de trabajo, arte, cultura y deporte con que fueron alimentados sus descendientes; todo ello en el contexto de haber sido una persona normal con objetivos definidos para su proyección familiar.

Pero esa no fue la suerte de la gran mayoría que pudo haber gozado de ese privilegio; los millones de personas que sucumbieron ante las nuevas enfermedades, el despojo de tierra para la subsistencia familiar, también fueron elementos inclusivos para que la muerte se enseñoreara y dejara miles de miles de muertos; cada uno con su historia no contada.

Terremotos, erupciones e inundaciones también aportaron su cauda trágica en varias oportunidades arrebatando vidas productivas; es decir, las causas han sido varias; sin embargo, la Historia de Guatemala nos muestra uno de los factores que más incidencia ha tenido en el fallecimiento de la población: LOS MALOS GOBIERNOS.

A través de estos dos siglos, los periódicos, revistas, pasquines, semanarios y actualmente los medios de comunicación electrónicos, han puesto frente a los ojos de los lectores y televidentes, las deleznables costumbres de la mayoría de las personas que por una o varias razones han llegado a desempeñar puestos de gobierno desde donde se realizan negocios ilegales en detrimento de los planes y objetivos para satisfacer las necesidades de la población.

¿Será el mínimo Común Denominador que, las personas que hicieron Gobierno y quienes pretenden hacerlo a toda costa, hayan sido formados espiritual y religiosamente por su papá y su mamá (en caso los hayan tenido) con supuestos valores depredadores, criminales y hasta asesinos? Aunque como fachada de su formación delictiva adquirida en sus hogares hayan estudiado para ser militares, médicos, profesionales de diversas disciplinas, industriales, agroexportadores, financistas, comerciantes, ministros religiosos de diferentes denominaciones y hasta diplomáticos.

Estos años de vida independiente sentaron las bases para que los descendientes de los corruptos del ayer, es decir, los corruptos de hoy hayan aumentado sus riquezas por medio del poder político heredado y comprado no importándoles los miles de muertos que sus acciones ilícitas e inmorales dejan en la población.

El robo, desfalco, apropiación indebida, hurto, hueveo o como le quieran llamar realizado por los gobernantes, es el principal motivo para que los muertos hablen.

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