David C. Martínez Amador
Hasta el advenimiento del ´trumpismo´ las diferencias entre republicanos y demócratas eran en realidad aspectos claramente identificables en vectores muy concretos. Esencialmente, ambos partidos aceptan los mecanismos de mercado. La diferencia apunta a que, para los mayoría de demócratas algunos rublos económicos requieren regulaciones específicas para asegurar la equidad en el acceso a los recursos. En términos de política exterior, los demócratas creen fuertemente en el multilateralismo y en el uso de la diplomacia: Estados Unidos lidera el conjunto de naciones componen el sistema internacional. Los republicanos aceptan lo anterior pero no consideran estar limitados ni comprometidos a llevar a cabo acciones unilaterales si esto fuera necesario. En el plano social, los demócratas son profundamente liberales y consideran que el legado de los derechos civiles evoluciona progresivamente hasta llegar al tema de los derechos de género y reproductivos: Aquí la separación entre Estado y religión es más clara. Con respecto a los anterior, el poder federal puede ser utilizado para impulsar esta agenda por encima de los poderes locales. Los republicanos consideran fundamental mantener ( por no decir conservar) posiciones moralistas religiosas en términos de los derechos de géneros y reproductivos. El poder federal no tiene ninguna legitimidad para ´pasar´ encima de los poderes locales.
Con el advenimiento del trumpismo, y en concreto sobre esta elección, se demócrata significa aceptar la legitimidad y el peso del enfoque científico sobre la política pública. Ser demócrata significa que hay fronteras que no deben cruzarse en el uso de la Presidencia: Por ejemplo, incitar directamente a los grupos de supremacía blanca o insultar minorías étnicas.
La elección que concluye el día 3 de noviembre es atípica ya. La participación ha sido en términos del voto adelantado algo histórico, con un estimado de casi noventa millones de votos que ya han sido emitidos. Si estos números se agregan a un estimado de votos similar al que tomó lugar en 2016, los niveles de participación serían históricos casi llegando al 60% del padrón electoral (casi 240 millones de votantes habilitados). Este nivel de participación electoral no se había visto desde la década de los años sesenta.
¿Qué puede motivar este comportamiento electoral tan particular? No sólo las acciones sino también los dichos del mismo presidente Trump. Al permanente descalificar el proceso electoral y las instituciones electorales, al crear una nube de incertidumbre sobre lo que pueda pasar el día de las elecciones o la negativa en aceptar los resultados si fueran adversos, los demócratas han salido a las calles.
El resultado de estas elecciones sin duda alguna determinará si los Estados Unidos de Norteamérica mantiene o no su peso, influencia y credibilidad cómo el actor global que siempre ha sido. El resultado de estas elecciones determinará además la calidad de la democracia interna en los Estados Unidos y la viabilidad incluso de los partidos tal y cómo los conocemos. Pero el camino no es fácil para que pueda llevarse a cabo la corrección necesaria: Los republicanos controlan ya la Corte Suprema de Justicia y cualquier impugnación electoral que pueda suceder seguramente será resuelta a favor del partido republicano. Bienvenidos a Florida año 2000.
Sin embargo, puede adelantarse que el voto popular será ganado por los demócratas otra vez, mostrando el claro rechazo popular al presidente Trump. Mujeres y minorías votarán demócratas, así cómo buena parte del mismo liderazgo republicano ( algo antes no visto). .
Habrá entonces que esperar que la democracia le otorguen al presidente Trump Damnatio memoriae.