Flaminio Bonilla Valdizón
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Hoy hace 16 años que el Maestro, el amigo, el pana y cuate jodón, el bohemio, el pintor, el escritor, el poeta y prosista, el político honesto, un errante del talento y la inventiva; humorista, ingenioso y chispudo artista, dejó esparcida en la tierra su amor por Guatemala y su lumbre de hacedor; esa que nos ha seguido iluminando y encendiendo, a quienes somos adictos y escoltamos utopías, mitos, quimeras o sueños o como quiera llamárseles, de ser partícipes del nacimiento de una sociedad redimida, más justa, cristiana, humana y solidaria, ¿porque si abandonamos la utopía, que nos queda a los que creemos y sentimos ser intelectuales y pensadores . . . a los revolucionarios democráticos, consecuentes y propositivos? Maco Quiroa fue todo un rebelde, conspicuo, luchador y reputado insurrecto con su pensamiento, el lienzo, el pincel y la pluma. Se lo llevó un tumor en la garganta el 31 de octubre de 2004, cuando tenía 67 años y se comenta, que en el hospital se rehusó a que le practicasen una resonancia magnética, porque al estar dentro de ese tenebroso aparato, creyó estar en un ataúd de metal. Fue un ser humano trascendente y brillante, de los que siempre apadrinaron las causas populares y le dolía como a Juan, María, Pedro, la Jesusa y el José, la desgracia secular, rencorosa y alevosa hacia nuestro indio; fue un hombre bienhechor y bondadoso, comprensivo y generoso, identificándose siempre con la clase popular y con los campesinos y sus reclamos y luchas reivindicativas, coherentes, obligadas y justicieras; un hombre recto, incorruptible e íntegro, al que le causaban grima y nauseas nuestros matreros políticos y el “vestido de primera comunión” de esos niños libertarios que le han dado mayor auge a las grandes mafias y al crimen organizado y nos tienen cada día más al borde del abismo nacional y al Estado guatemalteco capturado y resquebrajado como República y en un despeñadero de total y absoluta anarquía.
Era un creador de mil andanzas y hazañas, agudo y vivaz, en todo el sentido de la palabra. No podemos dejar de tener en la retina captada, capturada y muy fija la Maja Desnuda, cuando se postuló a “diputado por la Capirucha” por el partido ANN –Alianza Nueva Nación-; ganó la curul por dicho ente político, más luego renunció y se declaró independiente, porque para él, ANN se tornó en un partido verticalista, autoritario y arbitrario y que si había ingresado al mismo era para transformarlo y hacerlo incluyente. Maco engrosó las filas de ANN y tuvo para con ese grupo político la virtud y dignidad de ser leal y fiel, pero no tomó en cuenta lo que el escritor estadounidense Ambrose Bierce, en su obra “El Diccionario del Diablo”, escrito con acidez, ironía, inteligencia, ingenio y desenfado, sentenció al referirse a la fidelidad: “la FIDELIDAD es la virtud peculiar de los que van a ser traicionados”. Maco era de los que proclamaban que una nueva revolución era un imperativo y que los problemas de Guatemala, que son los mismos que trascienden a toda Latinoamérica, que vive aquejada por esas servidumbres políticas, sociales y económicas, debieran tomar el cauce de la lucha revolucionaria en las ciudades y el campo, en todo el continente americano.
Maco era un hombre multifacético, fue pintor, escritor, muralista, mordaz, cuentero, satírico, charadero, efusivo, avispado y chingonazo a morir. Era todo un patojo vivaracho y chispudo. En el famoso “Bar Guadalajara”, atendido por su propietaria la también renombrada doña Lidia, situado en la segunda avenida y sexta calle de la zona uno capitalina, que frecuentaba con asiduidad, aunque tenía más de una década de no “enzaguanarse los alipuces y tragaldabas con bocas de jocote verde colgado en pita, chile chiltepe, sal y limón”, existían pinturas cotidianas de personajes de su creación estampados en las paredes y creo que nadie de los que tuvimos el privilegio de conocerle y ser merecedores de su amistad, olvida su dicho tan asertivo: “Somos chuchos para las mujeres, coches para el guaro, lagartos para el pisto y culebras con el jefe”. Afirmaba Maco que él era feo, que le hubiera gustado ser guapo y alguna vez confesó, que “las mujeres no tienen defectos, porque si alguien no mira sólo cualidades en la novia o esposa, entonces –le irá muy pero muy mal-“ Maco en sus libros y cuentos imprimía, no sólo verdades indiscutibles, crudas y severas, sino hacia gala con agudeza y humorismo en su más grande expresión, de certidumbre, veracidad y realidad, porque para él, al igual que Mark Twain, “el humorismo era el aspecto jovial de la verdad”.
Maco fue cofundador del grupo Vertebra juntamente con Roberto Cabrera, Elmar René Rojas, Enrique Anleu Díaz, Ramón Ávila y Luis Ortiz; más en la década de los 80’s surge con un inusitado e insólito valor su faceta literaria y se presenta a sus lectores diciendo: “con ojos y corazón de niño, pero con sorna de gato viejo . . . ”, apodo con el cual Maco se identificó y autonombró por lo cantineador, conquistador y enamoradizo que fue. De allí también el título de uno de sus cinco o seis libros. Entonces comienza la era literaria de la “rial academia” que la integraron René Leiva, Eduardo Villagrán, Marco Vinicio Mejía, Roberto Monzón, Juan Antonio Canel y Carlos René García Escobar, en la cual se seguían y respetaban los cánones y principios de una cultura popular, sumamente enriquecedora, policroma, muy reputada, pero sin oropeles, cursilerías ni remilgos. En Maco jamás se dio el pesimismo sistemático de algunos escritores y nunca asumió una actitud de crítica derrotista. Maco desmitificó al famoso gato Mambrú, que en la Fábula de Rafael Pombo, sólo tiene siete vidas; porque de este irreverente y quisquilloso pintor y escritor que fue Maco Quiroa, nos abandonó su materia . . . su cuerpo, pero su germen . . . su semilla . . . la de ese GATO VIEJO, ese gato con libertad de tapancos y tejados, ese gato que al decir de Ramón Gómez de la Serna “fue un gato que hizo vida de jubilado desde que nació”, sigue existiendo en memoria y en esencia, con núcleo y sustancia, con vigor y vitalidad; aún se sigue viviendo en sus lienzos, sus murales, sus libros, sus cuentos, sus anécdotas, sus chanzas, ese actuar rebelde, revolucionario y libertador; y nos siguen acompañando sus vidas y hoy lleva apenas dieciséis de ellas transitadas en el oriente eterno y en el imaginario colectivo de todo un pueblo, que le quiso enormidades y le respetó como se honra y reverencia a los grandes hombres, que aunque famosos y célebres, siguen siendo humildes, sencillos y modestos, porque Maco Quiroa fue el mural de su propia vida, esa que siempre vivió sin fanfarronería ni jactancia.
¡El GATO VIEJO, para Marco Augusto Quiroa sigue viviendo con su compadre Juanito Ixcoy! Y gracias a sus hijas Rocío, Anaité, Milagro e infinidad de amigos que los tuvo por miles, su permanencia estará siempre en la tierra para nosotros y nosotros estaremos aquí en la arena y la greda y con el atrevimiento de llegar seguramente a su firmamento cuando la parca nos llame . . . para abrazarle nuevamente, brindar por su bohemia erudita y natural, por su llaneza y sencillez, seguirle acompañando y descubrir su nuevo chance, porque Dios en el paraíso contrató ad-honorem a nuestro querido GATO VIEJO, para impregnar frescas, nuevas y originales pinceladas y trazos de serenidad, alivio, ternura y amor, darle más luminiscencia a la luna, un nuevo fulgor a las estrellas, a los astros y los luceros y juntos poder contemplar una nueva constelación, repleta y rebosante de sus pinturas . . . con su ingenio y creación.