Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Se supone que, de acuerdo a las buenas prácticas en el manejo de los recursos públicos, no contratan obras que no tienen la respectiva asignación presupuestaria pero en este país del desmadre y del relajo, resulta que el Ministerio de Finanzas le pasa el norte a los otros ministros de dónde hay jugosos “espacios presupuestarios” para hacer las respectivas “transferencias” que permitan somatarse el pisto, sobre todo luego de que hubo que pactar con los diputados para asegurar la elección de directiva del Congreso y y garantizar la aprobación de un presupuesto que, mediante el listado geográfico, se convierte en caja chica de los mal llamados representantes del pueblo.
Por ello es que en la transferencia de Q135 millones que se convirtió en escandalosa porque el Director de Caminos habló más de la cuenta, no se detallaba en qué se gastaría el dinero sino se pidió el traslado para irlo aplicando a criterio de los funcionarios en aquellos proyectos que ellos decidieran. Es decir, no hacía falta que el Congreso ni nadie autorizara, vía aprobación presupuestaria, ninguna obra sino simplemente a capricho se podría disponer del dinero. Con razón ha pegado tanto la expresión de Dónde Esta el Dinero.
Desafortunadamente no disponemos de mecanismos de rendición de cuentas ni de supervisión porque la Contraloría está merecidamente reconocida como una cacharpa inútil que sirve de tapadera para los negocios que realizan los que conforman el cada vez más amplio Pacto de Corruptos. El trabajo de la Contraloría, justo es decirlo, se ha ampliado porque antes únicamente andaba agarrando tesoreros municipales o empleadillos de bajo nivel para justificar su costosa existencia, mientras que ahora también se dedica a perseguir a todos los que de una u otra manera fueron pieza importante en la lucha contra la corrupción, ayudando así a armar casos que luego judicializa el Ministerio Público con todo vigor y entusiasmo.
Y como la sociedad ni siquiera tiene aire con remolino para mostrar mínimos de indignación, esos juegos con el pisto se hacen con total desfachatez. Tanta que de no haber sido por el bocón director de Caminos que, a lo mejor asustado por las preguntas que le formularon en el Congreso decidió lavarse las manos diciendo que le habían falsificado la firma, la transferencia se hubiera hecho como tantas otras de las que ni nos damos cuenta. Todo el tiempo se están ajustando los “espacios presupuestarios” que, según dicen los funcionarios, no constituyen dinero sino simplemente acomodos de partidas sin decir que esos movimientos, desde luego, facilitan hacerse en la práctica con el dinero.
Fue tan baboso el Director de Caminos que obligó al Presidente a “ordenar una investigación” y al poderoso sector empresarial a emitir severos comunicados condenando lo ocurrido. Ya sabemos que esa investigación terminará como todas las que desde que llegó el des Consuelo y que la metida de pata tan burda ayudará a dar un buen empujoncito a la ley de infraestructura vial diseñada para eliminar a la competencia advenediza.