Emilio Matta

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Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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La semana pasada en un allanamiento en un condominio a inmediaciones de Antigua Guatemala, la FECI (Fiscalía Especial contra la Impunidad) descubrió que una casa de dicho condominio era utilizada como caleta, donde había más de 122 millones de Quetzales (entre Quetzales, Dólares y Euros), repartidos en más de una veintena de maletas.  Semejante suma de dinero, de acuerdo a las investigaciones de dicha fiscalía, estaba vinculada a un alto funcionario de un gobierno anterior.

De más esta explicar los detalles del caso, que ha tenido amplia cobertura mediática, ya que pocas veces en la historia de nuestro pais se ha logrado recuperar un botín, producto de la asquerosa corrupción, de tales proporciones.  Pensar que este decomiso que se dio en uno de los tantos escondites que uno de tantos exfuncionarios pueda tener para sus mal habidas fortunas, logradas a base de saquear el erario público en detrimento de las personas más vulnerables del país, deja un sentimiento de cólera, frustración y enojo, porque no hay peor cosa que saberse uno robado por exfuncionarios ladrones.

Para poner las cosas en perspectiva, solamente los 122 millones de Quetzales decomisados la semana pasada en Antigua Guatemala en una sola caleta, equivalen a más de la mitad del presupuesto de inversión para el año 2020 del Ministerio de Salud o el de Educación, escoja usted cuál.  Equivale, también, a casi una cuarta parte del monto total destinado en atención a desastres y gestión de riesgos en dicho presupuesto.  Esto es lo encontrado en una sola caleta de un exfuncionario.  Es lógico suponer que hay muchas más caletas repartidas a lo largo y ancho del pais, con cantidades así o aún más obscenas, donde se oculta dinero proveniente de la corrupción.

Se dice que casi no hay billetes de Q 200 en circulación, ya que esta denominación ha sido una de las más utilizadas por los corruptos para encaletar sus, repito, mal habidas fortunas.  En su momento hubo un circulante de más de 4,500 millones de Quetzales en dicha denominación.  Es lógico suponer entonces que, por lo menos, un monto similar ha sido producto de la corrupción en el último lustro; esto sin tomar en cuenta la denominación de Q 100, que representa aproximadamente un 70% del circulante en Guatemala, y que también ha sido utilizada para encaletar dinero procedente de actos de corrupción en nuestro pais, pero dado su peso dentro del circulante nacional, su uso para guardar dinero procedente de la corrupción no ha sido tan notorio.  Si seguimos haciendo cuentas, las sumas de dinero que se pueden atribuir a actos de corrupción son inconmensurables.  Solamente con los montos calculados a “ojo de buen cubero” puede uno darse cuenta del inmenso costo de oportunidad que trae consigo la corrupción en un pais como Guatemala.

¿Estamos dispuestos a continuar aceptando la corrupción como algo normal en Guatemala?  Una sola caleta nos da la respuesta: ¡NO!

 

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