Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

A principios de mes el Papa Francisco compartió con el mundo su Encíclica “Todos Hermanos” que se publica en medio de la crisis mundial provocada por la pandemia del Coronavirus que desnudó muchas de las carencias existentes en este mundo moderno en el que, dice el Papa, el Homo Sapiens fue sustituido por el Homo Economicus, advirtiendo que de las crisis se puede salir bien o mal, pero lo que no se puede es salir igual, es decir, regresar tranquilamente a lo mismo, olvidando todo aquello que la pandemia evidenció y demostró en términos de la convivencia humana tan lacerada por la exagerada inequidad y falta de oportunidades.

El Papa basa su mensaje en la necesaria solidaridad que debe existir entre todos los seres humanos, lo que implica de alguna manera revisar esas visiones de individualismo que nos han llevado a concentrarnos en nuestro propio yo, en nuestro propio bienestar, olvidando lo que ocurre a nuestro alrededor y a lo mejor hasta empeorándolo todo con nuestro egoísmo. El Papa no está inventando al agua azucarada ni publica una encíclica revolucionaria, sino simplemente hace que los católicos volvamos a pensar en el origen de nuestra fe, en el origen de nuestra Iglesia. Poner al ser humano como centro de toda la actividad humana no corresponde a ninguna ideología, pero sí a los principios básicos de nuestra fe.

No podemos sentirnos en realidad cristianos si no vemos en todos los seres humanos a nuestro prójimo, a ese que según las enseñanzas fundamentales del catolicismo tenemos que amar tanto como a nosotros mismos. Y es el fondo de la nueva Encíclica que nos llama a organizar nuestro mundo alrededor del principio de la fraternidad universal, dejando atrás los intereses económicos y criterios ideológicos que provocan mayores divisiones, a veces tan profundas que nos hunden en polarizaciones destructivas.

Como católico siento que la Iglesia, alrededor del mundo y específicamente en Guatemala, tiene que hacer un denodado esfuerzo por alentar entre los fieles la lectura de esta encíclica y que muchos de los mensajes que recibimos desde los púlpitos debieran ser para reflexionar sobre esa vieja visión de la fe que ahora, gracias al Papa Francisco, nos llega renovada y explicada a la luz de nuestro tiempo, cuando cabalmente estamos presenciando en forma trágica los efectos de la inequidad magnificados por esta pandemia que, si bien nos afecta a todos, indudablemente a lo largo y ancho del mundo ha cobrado más vidas entre la gente con menos recursos y con menos acceso a eficientes servicios de salud.

Cada una de las diócesis tendría que hacer talleres de estudio con sus párrocos para compartir esta rica enseñanza que manda el Pontífice a la humanidad y que, al menos en lo que yo veo y oigo, no ha encontrado eco ni siquiera en el clero, lo que significa que tampoco lo tendrá entre la feligresía. Y es un mensaje tan rico, tan trascendente para definir nuestro rol como cristianos en esta nueva era, que se debería recomendar su lectura. Nos deberían indicar dónde encontrarla y cómo reflexionarla. Mientras nuestros curas lo hacen, aquí adjunto el link donde se puede leer el documento en español.
http://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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