Fernando Mollinedo

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Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

La pandemia del Covid-19 trajo variadas e innumerables transformaciones en la mayoría de los países donde asentó sus reales, dejando muerte y dolor. En Guatemala, se dieron casos tan específicos de falta de espacios físicos para enterrar un cadáver que en algunos cementerios sus autoridades tuvieron que habilitar áreas especiales para tal efecto.

Fue deprimente ver en los noticieros televisivos y en las redes sociales las filas de carrozas funerarias que se formaron en las entradas de los cementerios, especialmente en el de La Verbena, zona 7 de esta ciudad, esperando turno para ingresar los ataúdes y a los pocos familiares de las personas fallecida sin poder despedirlos – de acuerdo con sus costumbres – por la forma en que fueron inhumados.

Ante esas experiencias, negativas y frustrantes para la población, sería procedente que las autoridades del Ministerio de Salud tomaran en consideración la opción de construir por lo menos un crematorio que podría solucionar algunas de las dificultades que presenta el aumento constante de la población y la carencia de espacios disponibles para los efectos dichos.

Durante muchísimos años el sector salud fue descuidado por los diferentes gobiernos, ahora es la oportunidad para que, con un sentido de previsión se construya este tipo de elección que puede contribuir de alguna manera al estado psicológico de los deudos y al saneamiento ambiental.

La cremación en tiempos modernos data en el mundo occidental desde 1873. Aquí, una o dos empresas privadas de servicios funerarios ofrecen ese tipo de servicio; los crematorios pueden formar parte de las capillas, ser una construcción independiente o un servicio provisto por los cementerios nacionales o privados.

El Código de Salud en su artículo 114 establece que los cadáveres deberán inhumarse o cremarse dentro de las 24 horas contadas a partir de la defunción, circunstancia que puede cumplirse inhumando o cremando a los difuntos.

Por lo tanto, lo que sugiero no es cosa del otro mundo; es una medida preventiva de carácter sanitario que redundará en beneficio de la población que en algunos casos no tiene dinero para pagar un entierro convencional.

El proceso de cremación es un acto en el cual lo que la naturaleza hace en cincuenta o más años (la descomposición total del cuerpo) la cremación lo hace en un término de 6 horas. Sin entrar a consideraciones de tipo religioso-popular, puesto que habría mil y una opiniones favorables o contrarias, considero que, valdría la pena que las autoridades del Ministerio de Salud lo tomaran en consideración.

Como ejemplo, el Cementerio General ya casi no tiene espacios o nichos generales, aparte que, se sigue derrumbando el área que limita con el basurero general de la zona 3, esa orilla de terreno que da al barranco se derrumba cada cierto tiempo llevándose varios metros de tierra con nichos, cadáveres y mausoleos.

Así mismo, el cementerio de la Verbena en la zona 7 capitalina está a punto de colapsar. Casi en las mismas condiciones está el cementerio de la Villa de Mixco donde fue necesario abrir fosas comunes entre las galerías de nichos.

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