Jorge Santos

Como un perfecto eufemismo cada primero de octubre por todos lados vemos la burda expresión “Feliz Día del Niño”, en una sociedad profundamente inhumana con las y los niños. Augusto Monterroso, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2000, manifestó contundentemente que “Mientras en un país haya niños trabajando y adultos sin trabajo, la organización de ese país es una mierda” y nada más cierto que esas palabras en estos momentos.

La mayor cantidad de niños y niñas de este país subsisten en medio de la pobreza, que no es más que la peor de todas violencias sociales. Esta pobreza surgida de un modelo económico concentrador de la riqueza y excluyente, les produce una lacerante indignificación de la vida que se convierte en uno de los principales factores que alrededor de la mitad de las y los niños entre los 0 y los 5 años de edad subsistan en condiciones de desnutrición crónica. Esta situación provocará que dichos niños y niñas no crezcan con todas sus capacidades físicas e intelectuales.

Pero por si esto no fuera suficiente, la niñez guatemalteca sufre muchos otros males. Por ejemplo el Observatorio Salud Sexual y Reproductiva –OSAR- establece que de enero al 16 de septiembre del presente año, se han registrado un total de 77,847 niñas y adolescentes embarazadas y el Registro Nacional de Personas –RENAP- había inscrito en el mismo período de tiempo un total de 30,020 casos de maternidad temprana. Este drama se encuadra en una ausencia de la garantía del derecho a la educación de la niñez y la adolescencia y por supuesto que aún menos en cuanto se trata de educación integral en sexualidad.

Prácticamente en un país como Guatemala, la mayor cantidad de niños y niñas pasan automáticamente de la primera infancia a la adultez, en tanto que desde muy pequeños y pequeñas se ven forzados a aportar económica a sus empobrecidos hogares, a asumir responsabilidades que son propias de adultos y a sufrir los embates de la desprotección absoluta por parte del Estado guatemalteco. Muy probablemente es la niñez guatemalteca la que sufre el mayor costo de la estructural y endémica inequidad, la cual va desde la falta de educación, la ausencia de servicios de salud y la indefensión frente a una multiplicidad de violencias en su contra.

Además en el marco de la Pandemia, también son objeto de desprotección. Violencia incrementada en los hogares, marcan la cotidianidad de muchos niños y niñas. Falta de servicios de educación y salud para atenderles es la constante desde el inicio de la Pandemia, pero también 2,596 casos de niñez con COVID19 , de los cuales 30 han fallecido.

La niñez merece un Estado e instituciones fuertes que le proteja, no que le vulnere sus derechos. Merece un Estado que le incorpore plena y efectivamente. Sólo así, con la garantía de plena de los derechos humanos, para todas y para todos. Debemos comprender que las y los niños, son el presente y el futuro de nuestra sociedad.

Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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