Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Adrián Zapata

Finalmente, el día de ayer se rebeló el “secreto” mejor conocido en el país, relativo a la confrontación entre el Presidente y el Vicepresidente.

La marginación a la cual Giammattei ha sometido a su segundo al mando ha sido grosera. Está claro que no confía en él. El Vicemandatario Castillo no podía seguir soportando la humillación reiterada.

Los términos en que está redactado el mensaje donde el primer mandatario convoca a su segundo para que asista a la reunión del gabinete el día martes parece una provocación. Y la respuesta de Castillo negándose a acudir demuestra la magnitud de esa contradicción. Menos mal que finalmente asistió.

Comencemos por decir que un estadista no puede reaccionar con la emocionalidad que caracteriza al Presidente. Esa impulsividad parece una patología que le limita el ejercicio de tan alta responsabilidad.

Las subjetividades encrespadas que allí se expresan son formas, pero lo más importante es saber el contenido de esa confrontación. No es sólo el autoritarismo y la grosería propias del temperamento del Presidente, ni el hartazgo del Vicepresidente.

Guillermo Castillo, con vínculos estrechos con los empresarios, está allí porque ellos, en general, apoyaron a Giammattei en su campaña, aunque dicho personaje no era realmente “santo de su devoción”. Los sumaba el terror al “populismo” que representaba Sandra Torres, así como la decisión de parar la lucha contra la corrupción en los términos que la impulsó la CICIG dirigida por Don Iván Velásquez. Esta coincidencia incluyó a las mafias, entendiendo como tales las relacionadas con los negocios corruptos con el Estado, de los cuales medicamentos y equipo médico, así como construcción de infraestructura vial, constituyen los principales botines. Las coincidencias se mantuvieron en la lucha por cooptar la totalidad del aparato estatal, particularmente las cortes.

Pero afortunadamente, parece que hay sectores empresariales que han empezado a rectificar y darse cuenta que estratégicamente la convergencia con las mafias y los corruptos en el mediano y largo plazo también los perjudica a ellos.

Mi opinión es que Guillermo Castillo expresa esa rectificación de los empresarios. Pero además, también manifiesta una visión mesurada en relación al ejercicio del poder, distanciándose del autoritarismo bipolar de Giammattei y de los efectos políticos de esa conducta compulsiva, que lo ha llevado a grandes contradicciones con distintos sectores sociales del país y a tremendo desgaste en muy poco tiempo.

No hay ninguna duda, lo que está sucediendo es una grave crisis política. Que la cabeza del Estado esté confrontada es terrible para la gobernabilidad, no digamos para la gobernanza. Ambos tienen la legitimidad de haber sido electos y el Vicepresidente, además de sustituir al Presidente en caso necesario, también tiene funciones constitucionales relevantes.

Esta crisis no es de fácil solución. Pero, como siempre, se abren posibilidades de convertirla en una oportunidad. El Presidente, además de superar sus conductas emocionales, debe romper sus vínculos, por profundos que sean, con las mafias. Debe destituir a los funcionarios de alto nivel que puedan estar vinculados a ellas. El Vicepresidente tiene la oportunidad de encabezar una visión empresarial que se distancie de la intransigencia que los ha caracterizado y liderar un esfuerzo de concertación nacional.

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