David Barrientos
Mientras más se aproxima la llegada del embajador William Popp, más expectativas se crean en el ambiente político y de justicia guatemalteca, pues hay personas que aún no saben cuál será la agenda del nuevo diplomático, ¿seguirá escuchando a los mismos interlocutores?, ¿serán otros los escuchados? o ¿serán eclécticos para un accionar imparcial que logre unas relaciones bilaterales que contribuyan al equilibrio y la estabilidad de este país? Sin duda alguna, Guatemala seguirá siendo un país donde los supuestos extremos ideológicos se hacen el favor, viven literalmente el uno del otro y en esta lucha intestina la misión diplomática de los Estados Unidos de América se ha visto involucrada; los interlocutores de la “manoseada realidad guatemalteca” que han logrado ser escuchados en la Avenida Reforma han sido hábiles para mantener sus interesados hilos de comunicación.
Para no ir muy atrás, la corriente diplomática en la Avenida la Reforma ha mostrado su influencia en el acontecer nacional, el embajador Todd Robinson, con su peculiar manera de involucrarse en los asuntos políticos fue muy directo y no oculto su inclinación ideológica, actuó de frente, sin ocultar sus intenciones y aliados en el país; el sucesor, guatemalteco de nacimiento, pese a que represento a un gobierno republicano, cultivo casi las mismas relaciones de su antecesor, pero sin mostrarse mediáticamente, pareciera que ambos reflejaron la abrumadora agenda globalista internacional, con secuelas en la agenda binacional, que se convirtieron en años de una grotesca influencia de personajes conocidos y tradicionales de la vieja política y sociedad guatemalteca.
El cambio es lo único constante en la vida y el relevo del diplomático para Guatemala representa una posibilidad para que resurjan los principios básicos de la diplomacia, con un beneficio bilateral y porque no decirlo regional, dada la importancia geopolítica de Guatemala. La llegada del nuevo diplomático sin duda tiene confundidos a muchos respecto a cuál será su papel y la línea por la cual se conducirá en esta agitada sociedad, sobre todo por el mecanismo anunciado por el propio diplomático respecto a la aplicación de la Ley Global Magnitsky, que es una norma que permite al gobierno de Estados Unidos, imponer sanciones económicas a ciudadanos de todo el mundo por abusos a los derechos humanos y actos de corrupción en sus propios países de origen, o sea el mandato es global, aprobada en 2016, inspirada en la “Ley Magnitsky”, de 2012.
Sin embargo, más que los temores ya generados por tal cambio de personas en la misión diplomática, debe destacarse que Guatemala representa la posibilidad de ser un país influyente en el “triángulo norte” como interés regional, pues la mirada del resto de Centroamérica está puesta hacia el oriente, tema que resulta más trascendente que las luchas intestinas puestas en el tapete por quienes viven de la polarización e intentan dictar la conducción política social y económica del país. No debemos olvidar que somos apenas un pincelazo en la agenda hegemónica hoy inmersa en una incertidumbre que se definirá en su próximo evento político que parece un polvorín electoral.