Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author

Mario Alberto Carrera
marioalbertocarrera@gmail.com

Lector: decía yo hace algunos días que los Derechos del Hombre (como se les creó y llamó en 1789-1799) poco son, y muy poco pueden bregar por sí mismos, si no cuentan con el incondicional espaldarazo de la libertad de Prensa -sobre el pedestal de la libre emisión del pensamiento- que nos abrió al Capitalismo y a la democracia. Y digo hoy:

Que para ello ¿Como un imperativo categórico kantiano? la libertad de expresión –y en consecuencia la de Prensa- debe ser irrestricta, intocable y deductivamente sagrada. Es por esto que ha indignado tanto el comportamiento -enrostrado a la Prensa- del Sr. Giammattei sobre todo en aras de proteger a su valido-privado-favorito el Sr. Martínez, por su mélange de compañeros y a la vez de abusivos funcionarios públicos y no porque puedan estar in love.

La libre emisión del pensamiento –y su figura y canal principal la libertad de Prensa y comunicación- son los jueces, magistrados y defensores de los Derechos del Hombre que debe erguirse como un gigante invencible ante Leviatán. Colosal ombusdman -porta voz del pueblo- en protección de los sin voz conculcados por el Estado o la oligarquía.

Pero ¡y aquí viene el gran pero!, siendo irrestrictas, la Ley de Emisión del Pensamiento (LEP) y el Artículo 35 Constitucional, marcan a sí mismos sus límites para no caer en el libertinaje y no transfigurarse en corrupción e impunidad. ¿Me atasco en una antinomia. Digo y me contradigo? No. ¡Es axioma que toda ley define tanto sus límites como sus fueros!

Por tanto, tales libertades han de ejercerse (por sus ejecutores y defensores-fiscalizadores los periodistas o comunicadores: agentes de la libertad) con ética absoluta –definida por sus mismas asociaciones y por la Ley y la moral, que no moralina- a prueba de cañonazos de coimas o “fafas”; clientelismo y cargos o puestos de dirección en la Administración Pública o en empresas como universidades católicas o ateas: “… y no nos dejes caer en la tentación”. Dice el Padre Nuestro de los cristianos, entre los que no me cuento.

Y aquí expongo la parte hiperestésica que diría Darío o sensible, de los límites: la evitación en el ejercicio de la comunicación social (Prensa) de la injuria, la difamación, el ultraje, la calumnia o el insulto. La académica información valoración y orientación que la Prensa ejercita, no necesita de argumentos falaces e injuriosos sobre todo ¡absolutamente!, hacia particulares y civiles.

Y -siempre y cuando no se trate de empleados o funcionarios públicos- inmiscuirse en la vida privada mediante la investigación u otras vías como el chisme, cotilleo y práctica de paparazzi. Existen también sanciones legales para los comunicadores, empresas editoras, canales y radiodifusoras que rebasen abusadoramente la Constitución y la LEP citadas. Yo mismo demandé a Prensa Libre en el año 1986 u 87 porque flagrantemente me negó un derecho de aclaración que por directa alusión me correspondía. Recurrí en amparo y fui amparado por la CSJ. Tal caso fue histórico y está bien documentado en las hemerotecas. De manera que conozco –sin ser abogado, gracias a Zeus, pero sí comprobado aprendiz de pensador- perfectamente el asunto del que hablo: los amplios e irrestrictos fueros (y sus límites) del Artículo 35 constitucional y de los Artículos 30,31, 32, 33, 34, 35 y 36 de la LEP. Porque los he ejercido en la práctica y en mi defensa y los he estudiado en teoría sin haber asistido -como estudiante pero sí como docente- a una facultad de Derecho. El estudio de la Ley tiene que ver más con el mundo de los valores, de la ética y de la moral que sí que son mi campo filosófico y científico. ¡Porque no sólo soy novelista¡ Eso, en mis ratos perdidos del ocio creador.

Continuaré con este tema tal vez el próximo lunes si no se agrava Mamurra Giammattei y entra en crisis el consentido que pasaría a ser el sin ventura.

Artículo anteriorVideomensaje del Santo Padre Francisco
Artículo siguienteAcoso, abuso, violación, feminicidio