Carlos Rolando Yax Medrano
El hambre y la desnutrición son problemas globales que siguen sin resolverse aún en pleno siglo XXI. Esa fue la razón por la que en 2015 se adoptó el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible, Hambre Cero, por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. Para América Latina el problema es particularmente difícil de resolver, puesto que es la región más desigual del planeta. En Guatemala la situación es aún más compleja, al ser uno de los países más desiguales de la región. El 20% de la población más rica percibe el 51% de los ingresos y el 20% de la población más pobre percibe el 5% de los ingresos.
La crisis del COVID-19 empeoró el problema. La debilidad institucional se manifestó en un sistema de salud que, sin COVID-19, ya veía superadas sus capacidades de atención a los ciudadanos. Como resultado, se implementaron medidas drásticas de distanciamiento social para relajar la carga sanitaria. Sin embargo, esto produjo la suspensión de diversas actividades productivas y extendió las consecuencias también al sistema económico, aumentando la incapacidad de cientos de miles de familias en la satisfacción de sus necesidades vitales.
Para aliviar las dificultades económicas, el Gobierno desarrolló diversos programas de apoyo a la población. El más importante de ellos es el Fondo del Bono Familia, al que se le asignó un presupuesto de Q 6 mil millones, de los que han sido ejecutados el 82.9%. Sin embargo, la forma de distribución fue un disparate. Al depender del consumo de energía eléctrica, personas que no lo necesitaban fueron beneficiadas y personas que sí lo necesitaban fueron abandonadas. Según el Censo 2018 aún hay alrededor de 1 754 262 personas sin acceso a energía eléctrica en sus hogares. El Programa de Apoyo Alimentario y Prevención del COVID-19 del MAGA, al que se le asignaron Q 350 millones, ha sido ejecutado en tan solo el 1.1%. El Programa de Apoyo Alimentario y Prevención del COVID-19 del MIDES, al que se le asignaron también Q 350 millones, ha sido ejecutado en tan solo el 1.8%.
En 2019, hasta la semana 34 del año, se reportaron 11 662 casos de desnutrición aguda en niños menores de 5 años. Los departamentos con más casos reportados fueron Guatemala (1 387), Alta Verapaz (1 251) y Escuintla (1 214). En 2020, hasta la semana 34 del año hubo un aumento del 79% a nivel nacional, puesto que se reportaron 20 924 casos de desnutrición aguda en niños menores de 5 años. Los departamentos con más casos reportados fueron San Marcos (3 184), Guatemala (2 915) y Escuintla (2 762). La incapacidad de ejecución del gobierno en los programas de apoyo a la población por la crisis del COVID-19, ha tenido consecuencias fatales.
Ante un gobierno tan deficiente y una población tan necesitada, los proyectos sociales han tenido una importancia trascendental. A corto plazo La Olla Comunitaria es el mejor ejemplo, pues sirvió más de 100 mil raciones de comida durante 200 días de la pandemia a quienes más lo necesitaron. A largo plazo Semilla Nueva es un proyecto prometedor, pues proponen la producción de semillas no transgénicas de maíz más nutritivo y biofortificado para reducir la desnutrición, como una opción que se adapte tanto a las condiciones culturales como económicas de Guatemala. En un país donde el maíz es el alimento básico de todas las comidas, la solución podría encontrarse en combatir el hambre y la desnutrición con un mejor maíz.