Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

“Robinson es el Embajador del socialista de Obama” era una de las tantas frases que se escuchaban en algunos círculos del país. Cuando salió Barack Obama y asumió Donald Trump, esas personas que usan la ideología para defender sus fechorías o peor aún, al sistema que se las ha permitido, dijeron que con un empresario en la Casa Blanca las cosas iban a cambiar para Guatemala.

Hay cosas que dependen y mucho de quien ocupe la silla presidencial en Estados Unidos y otras que son una línea del Departamento de Estado que van alineadas con los intereses del país del norte.

Para que me entienda: el gobierno de Jimmy Morales logró entrada con Trump porque movieron la Embajada de Guatemala en Israel a Jerusalem en un momento en el que el mandatario americano estaba bajo fuego de la comunidad internacional y la decisión de Guatemala le cayó como anillo al dedo.

Esa fue una astuta movida del gobierno de Morales que estaba buscando cómo quitarse de encima la presión por lo que habían hecho en la campaña para llegar a la Presidencia. Al recibir atención le dijeron a Trump que eran víctimas, como él de Robert Muller, de un Iván Velásquez que estaba con toda la gana de instalar una agenda socialista.

Eso y el esfuerzo que hicieron con los evangélicos en Estados Unidos, les valió el apoyo suficiente para quitar oxígeno a una CICIG que era ya un ente muy incómodo para el sistema. Tras esa victoria y con Trump a la cabeza, muchos se hicieron a la idea que si Trump manoseaba el sistema en su favor, el gobierno americano iba a aplaudir lo mismo en el resto del mundo.

Y para la sorpresa de todos, con Trump todavía en la Casa Blanca, a Estados Unidos se le paró el pelo por la forma en la que estaban cooptadas las comisiones de postulación. Los estadounidenses no podían creer cómo convergían algunos cuantos tradicionales, emergentes, hombres de negocios y hasta narcotraficantes en un esfuerzo por instalar cortes ejecutado el plan de Gustativo Alejos, el amigo de Sandrita Torres.

El embajador Luís Arreaga hizo, con elocuencia aunque con un estilo distinto, lo mismo que en su tiempo le tocó a Todd Robinson y que se resume en incidir con habilidad en lo que se decide desde Washington y eso no le gustó a quienes defienden, creen e invierten porque ese sistema no solo sobreviva, sino que se fortalezca.

Acorralados, no les ha quedado otra que decir que Robinson y Arreaga son más socialistas que Fidel y cifran en sus esperanzas que el nuevo embajador se aparte de las directrices del Departamento de Estado para ceder a la exigencias o pretensiones de un grupo al que cada vez más, conocen y perfilan mejor los americanos.

Intentar llevar las cosas previo al 2015 ha implicado que muchos se quiten la careta, de eso ya se dieron cuenta aquí y en Washington y eso aplicará para doña Consuelo Porras, sin duda alguna. No importan los esfuerzos que quieran hacer en Washington pues cada vez más les cuesta esconder su realidad.

En Estados Unidos una esfera del poder le perdona a Trump que haga lo mismo que critican en países como los nuestros pero no se lo perdonan a la gente en Guatemala por mucho poder que consideren tener.

Ayer dijo Arreaga que Guatemala puede cambiar si los guatemaltecos nos decidimos a apostar por nuestro futuro y actuar con determinación por el cambio. Más que pelear con los otros, debemos luchar por reformar un sistema perverso que roba oportunidades a millones y se la pone a cuadritos a quienes quieren hacer bien las cosas.

Para cualquier diplomático, ser llamado socialista por quienes defienden un sistema corrupto es la mejor condecoración que les puede dejar nuestro país. Ahora es tarea de los que entendemos, de los que ya se dieron cuenta y de los que no desmayan a pesar de la podredumbre, alcanzar los acuerdos para empezar a tener victorias con el afán de enderezar el rumbo, alejados de los radicalismos de ambos lados.

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