Raul Molina Mejía

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Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Raúl Molina

Hace un año, propuse, con ocasión del 15 de septiembre, la recuperación del concepto latinoamericano de “segunda independencia”: romper con la dependencia del imperio estadounidense (que hoy se le llama Potencia hegemónica y no imperio). Al llegar al 199º aniversario de la Independencia centroamericana, las elites gobernantes, preocupadas por su supervivencia, han profundizado la dependencia de la actual clase dominante de Estados Unidos, la primera experiencia antidemocrática desde 1776. Esas elites, que por años se han comportado como siervos, pasan ahora a ser percibidos como esclavos, en grosera dependencia que pisotea la soberanía y traiciona a los pueblos. En Latinoamérica, observamos la serie de golpes de estado que Washington ha promovido, algunos blandos y otros más duros. No se conforma Estados Unidos con derrocar a gobiernos electos democráticamente, sino que trata de impedir el retorno de sus líderes, procurando su destrucción política y/o física. Peor ahora, con su inescrupuloso gobernante el imperio no cesa su implacable bloqueo económico a Cuba, intensificado en temas de salud durante la pandemia, y de amenazar de mil maneras a Venezuela, incluida la aberración de poner precio a la cabeza del mandatario. Ante ese oscuro panorama surgió la luz en octubre del año pasado: el pueblo chileno produjo el estallido social, que exigió la abolición del sistema neoliberal, y Argentina nos dio lección de voluntad popular en la misma dirección. Más definitorio fue el hecho de que la pandemia del COVID-19 vino a desnudar el modelo neoliberal en todo el mundo, demostrando su fracaso e insensatez. Los pueblos despiertan y con el fin de la pandemia empezarán a pedir cuentas a sus incapaces gobiernos sometidos al capitalismo neoliberal.

La crisis global de salud nos ha hecho reflexionar y, por primera vez en siglos, no se trata de actos de unos países contra otros y la repartición brutal de territorios, tierras y recursos. La pandemia nos enseña que o actuamos como civilización humana o pereceremos; se nos alerta sobre el imparable calentamiento global como punta de lanza. El sistema económico, basado en el capitalismo, particularmente su modelo neoliberal, en vez de salvar a la Humanidad, acelera su carrera a la extinción. La pandemia es apenas un primer caso para demostrar la imposibilidad de seguir como antes; la camisa de fuerza impuesta a los Estados mediante la dependencia, ha llevado a más de un millón de personas a la muerte. Hoy, no solamente es posible pensar en la verdadera Independencia nacional, sino que se hace necesario lograrla, al igual que reconocer que la interdependencia, en condiciones equitativas, es una modalidad humana de supervivencia. Reconozco que la situación es más difícil en Guatemala, por el secuestro mafioso del Estado; pero también, por ello, la transformación radical e inmediata es impostergable. No hay salida sin conmoción política y social. La clase dominante ha fracasado y debe dar paso a la visión, propuesta e implementación de los sectores populares y las capas medias. De no hacerlo ya, son impredecibles las características y consecuencias de esa conmoción.

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