Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

El modelo de desarrollo económico y el modelo de Estado impuesto por las oligarquía guatemalteca, ha producido una innumerable cantidad de males que al sumarse han afectado a decenas de millones de las y los habitantes de este país.

Por todos y todas son conocidos los largos conflictos armados vividos durante el siglo pasado en la región, producto del cierre de espacios políticos y del empobrecimiento de sus poblaciones. Hoy en día, la región “pacificada” vive sumida en condiciones de pobreza y pobreza extrema, violencia exacerbada, inequidad y hambre. Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas declaró que el triángulo norte de Centroamérica como la región más violenta del mundo, solo en Guatemala habitan más de la mitad de las y los niños con desnutrición crónica de la totalidad de la región y sus índices son comparables con países del África Subsahariana.

La respuesta a estos fenómenos por parte de la oligarquía local ha sido más de lo mismo: explotación, exclusión y expulsión. Lo que antes era la producción de algodón, café y caña de azúcar ha ido cediendo para profundizar este fracasado modelo, ampliándolo hacia la extracción de los recursos naturales y hacia la expoliación de poblaciones mal educadas (en el mejor de los casos); empobrecidas y con enorme necesidad de alcanzar un modelo de vida que le es ofrecido, pero que igualmente le es inalcanzable.

En 2019 el total de divisas que ingresó al país producto de las remesas familiares supero los US$10,000 millones. Estos datos son reveladores en tanto que demuestran que la riqueza producida por la pequeña oligarquía guatemalteca se funda en su capacidad de expoliar los recursos naturales y la fuerza de trabajo. Así es que mientras acá se miente como elemento consustancial a la élite, al referir que se invierte y se cree en el país, la masa empobrecida se lanza a la sistemática violación a sus derechos elementales, para sostener con su trabajo en el extranjero, la economía nacional.

Los más de US$10,000 millones que fueron enviados en 2019 suponen mayoritariamente elevar el consumo de las familias receptoras y por lo tanto, ese consumo también sirve para producir mayores niveles de ganancias de las oligarquías locales; así como el sostenimiento del sistema financiero en el país, que lucha por captar esa cantidad de dinero.

De ahí lo inmoral de las “felices” declaraciones del presidente Giammattei y su afirmación de que todo iba bien, en la medida que las remesas habían crecido a pesar de la pandemia, cuando al inicio de la mismo su discurso giro alrededor de criminalizar y estigmatizar a quienes producen dichos ingresos

De tal cuenta, que si nuestro gobierno fuese otro y no este que representa los intereses oligárquicos, daríamos paso a formular políticas públicas en donde su objetivo fuese la lucha contra la inequidad, fortaleciendo nuestro mercado interno y la capacidad institucional para regular los mercados y con ello el mantenimiento de la población acá y no expulsada hacia otros derroteros.
 

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