Fernando Mollinedo C.
“Algo está podrido en Dinamarca”, en la vida política con esa frase se designa a las cosas que no marchan bien en un país por causa de la corrupción; en contraparte, se acuñó otra frase popularizada y usada en nuestro medio para decir lo contrario: “No todo está podrido en Dinamarca”.
En Guatemala lo que le interesa a la clase política es: 1) sus negocios particulares para lo cual utilizan el andamiaje administrativo del Gobierno, 2) el halago abyecto de quienes sin capacidades técnicas o universitarias dicen ser sus asesores y, 3) el silencio cómplice de algunos medios de comunicación para realizar sus chanchullos y ascender en la sociedad, pues por ser monos, monos se quedan; aunque tengan pisto. Recordemos que, toda regla tiene su excepción.
En 1,898, en su cátedra sobre “El Estado nacional y la política económica” Max Weber, sociólogo alemán, lamentaba la orfandad de una clase política madura; pues la política locuaz e irracional, sin la cobertura de la razón de líderes descocados que instrumentaban un sistema de categorías en donde excluían la crítica y ponderaban loas y alabanzas a los gobernantes.
El paulatino deterioro y liderazgo de la autoridad por las erróneas decisiones de los gobernantes, -fenómeno que se observa cada cuatro años- se aceleró de manera casi inmediata en esta gestión presidencial, pues a decir del vox pópuli, la pandemia que se vive agilizó y super multiplicó las oportunidades de hueveo para los corruptos funcionarios y empleados públicos, constructores y huestes de mafiosos personajes (delincuentes) cercanos a los funcionarios que toman determinaciones financieras.
La población está harta de los espectáculos mediáticos que persiguen el escarnio público de los ladrones y delincuentes que han estado ejerciendo el poder de decisión desde la presidencia y ministerios, por el saqueo y corrupción; circunstancias que tarde o temprano derivarán en un fallo judicial de “falta de mérito” que les devolverá su libertad para irse del país a gozar del dinero mal habido.
Al inicio de sus gestiones presidenciales, todas las personas en ejercicio de tal puesto se han presentado en los actos protocolarios transmitidos nacional e internacionalmente, ante los cuerpos diplomáticos y ante la población guatemalteca como los íconos de la moralidad pública, aunque al correr de los meses, sean reconocidos por la población y les griten ¡ladrón, ladrón!
Aquí nadie se salva. La política de transformadores y honestos, fue y es una cloaca: “conducto por donde van las aguas sucias o inmundicias de las poblaciones; porción final ensanchada y dilatable, del intestino de las aves y otros animales, en la cual desembocan los conductos genitales y urinarios” DLE. Mientras tanto, a mi parecer, al “Centro de Gobierno” le asignaron, de hecho, las tareas constitucionales de la Vicepresidencia; así mismo, no fue correcta la actitud y/o “protocolo” utilizado en la inauguración del hospital en Santa Lucía Cotzumalguapa, al relegar la dignidad de la ministra a un plano irrelevante en varias oportunidades de importancia administrativa, yo, en su lugar, renunciaría.