Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

“Su risa, amor y vocación de  servicio son su mayor legado”
Berania López Marroquín

Deja su ejemplo de vida y unas palabras:

“Alguien  me preguntó ¿Qué es un residente? dije un médico haciendo entrenamiento para ser  especialista.   Y después de ver cómo crecen y cómo se convierten en aves que inundan el cielo de hospitales con alas repletas de conocimientos e ideas de amor y esperanzas, mi definición ha cambiado. Con mis nuevos 20 años de especialista entiendo que hay muchas formas de definirle.  La más descriptiva: El Príncipe de los Hospitales

El residente corre dentro de los hospitales, se le puede describir como  atleta de los corredores, siempre tiene prisa para llegar, pero también de pensar antes de llegar. Por las noches camina solo y tiene en mente una solución,  medicamento,  diagnóstico y  la ilusión de que su paciente se aliviará.  El único que sabe que, de su lucidez depende que una vida no se apague.

Los ojos del residente representan la visión  del futuro; la salud , el sueño perpetuo de los santos de iglesias que nunca duermen. El residente es el cazador nocturno cuya única lámpara es su libro de bolsillo donde con certeza saca el diagnóstico que presumirá por la mañana.

Guerrero apasionado e incansable que ausculta los latidos del mundo cada vez que despierta. Con el estetoscopio anuncia la esperanza de oír “ya estoy bien doctor”.  Su arma más valiosa es la Fe de que Dios le ayudará. Su oración diaria dice “sólo por hoy seré el evangelista de la ciencia y mis conocimientos serán sosiego y consuelo para quien confía en mí”.

Sus ojos, más veloces que santos, están siempre ávidos  del signo  que solamente los que viven al ritmo de la ciencia conocen; a diario aprende que tiene que aprender algo nuevo,  porque sabe que su devoción por el mundo no entiende dogmas sino conocimientos probados.

Son  apóstoles de Dios para dar salud.  Saben que el precio de su desvelo, es la seguridad que cuando amanezca será  la señal de que hoy como ayer, estamos aquí para aprender, para ver a través del dolor  y que aún falta mucho por saber.

El Residente estudia todo el día, todos los días, porque comprende el valor del saber.  Es el puente entre la opinión dogmática del maestro y lo que se tiene que hacer.

En el Reino de la Ciencia, donde lo que se generan conocimientos de vanguardia para preservar o devolver la salud, el residente es primer mensajero. En la Medicina, que procura asistencia y atención  oportunas, de excelencia y calidad;  el  es su mejor embajador y en el Hospital,  el Reino en donde se resuelven para bien o para siempre los vaivenes del dolor y la enfermedad, el residente es  “El Príncipe del Hospital”.

Es menester, que los residentes y colaboradores del Hospital Roosevelt superemos  las vicisitudes. Que seamos el flujo de conocimientos para nuevas generaciones. Recordemos que por lo que hagamos, así seremos recordados.”

La TS. Antonieta Siguí, dice recordarlo por su ejemplo de trabajo, Yo lo haré por su apoyo incondicional a la superación de los trabajadores del Hospital Roosevelt.

GRACIAS DR. BARRIOS.  DESCANSE EN PAZ.

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