David C. Martínez Amador
Desde que ese´ montón de griegos muertos´ sistematizaron la reflexión abstracta dando lugar al aparecimiento de la filosofía como tal, una de las características fundamentales del ejercicio inquisitivo filosófico ha sido el reflexionar sin agenda impuestas. Es decir, pensar a contracorriente, pensar para ironizar, para criticar, para ´faltarle el respeto al poder´, pensar para cuestionar la tradición y lo aceptado.
Es decir, ¿Por qué crees en las cosas que crees?
¿Qué importancia tiene esto hoy? Mucha.
Durante los últimos años se ha hecho tanto énfasis en la importancia de saber distinguir las noticias con información real frente a los bulos: Lo anterior aplica al consumo personal de información así como a las declaraciones de presidentes. En esta época de pandemia, asegurarse de diseminar información verídica es fundamental. Saber distinguir entre teorías de la conspiración frente al virus y optar por información científica es, a ciencia cierta vital. Aprender a cuestionar, es aprender a no pedir permiso para pensar. Cuestionar y buscar la evidencia es aprender a pensar sin pedir permiso. Al final del día lo que se busca en una sociedad madura y viable son ciudadanos no solamente comprometidos sino bien informados.
Las universidades juegan un rol fundamental en esto. Al menos se espera que la experiencia universitaria sea capaz de enseñar a pensar con propiedad y eso significa, ser capaz de identificar fuentes bibliográficas de calidad y ser además capaz de proveer evidencia de lo que se sustenta. En esencia, las universidades deberían de permitir entrar en contacto con el menú completo de ideas, visiones económicas, visiones políticas, posiciones morales, enfoques religiosos y luego enseñar a buscar los indicadores que permitan favorecer o no una tradición de pensamiento. Enseñar a pensar, contrastar y nunca imponer. Pero en el caso guatemalteco las universidades no ayudan mucho precisamente con esta situación al articular cursitos de adoctrinamiento ´para enseñar a entender la realidad´. He sido testigo en cursos de capacitación docente (en varias universidades) donde los instructores abiertamente han expuesto que aunque la casa de estudios no cumpla con el ofrecimiento de la excelencia académica pues no importa puesto que. (y cito textualmente)..´ lo importante es enseñar los visión de mundo de esta casa de estudios para que el estudiante conozca así la verdad´.
Recordando estas imbéciles palabras ahora, no sé si laboré en universidades o, en el santo oficio, o en una célula de adoctrinamiento yihadista.
Pero por eso nos va cómo nos va en el debate nacional. Porque se enseña a defender posiciones ideológicas a raja tabla en lugar de tener el coraje para contrastar nuestras posiciones ideológicas, religiosos, morales con los datos duros que revelan donde las cosas se operativizan mejor.
Lo grave del caso, es que sin una academia de excelencia no se puede enseñar ningún tipo de valores porque lo único que se logrará es, caricaturizarlos.
Lo que no se entiende es que la academia de calidad exige cuestionar, exige presentar evidencia pero no existe para imponer verdades absolutas por la fuerza sino por el convencimiento racional.