Alfonso Mata
No existe un estándar internacional uniforme sobre cómo se define una segunda ola. Incluso la OMS no tiene pautas claras «El término se refiere a los brotes renovados que han ocurrido después de una disminución inicial.» Que no da lugar a un comportamiento despreocupado.
Se nos ha dicho que hay una disminución inicial y eso se acompañó de un decreto de “reapertura social”, que no contiene un objetivo de que se debe cumplir el 80 % de las pruebas de coronavirus y menos que los resultados de ellas se den en 24 horas. Ningún departamento, ningún municipio, institución u organización están cerca de la meta y listas para asumir la tarea de trabajar sin riesgos. La realidad es que ni autoridades ni sociedad están listas para resolver la tarea y cumplir con los objetivos establecidos para controlar el coronavirus y sus factores de riesgo y atender sus problemas. Veamos algunos puntos débiles.
En esta pandemia, es crucial para las poblaciones que los profesionales sanitarios y los pacientes agudos que deben ser ingresados en el hospital, reciban una respuesta en unas pocas horas y eficiente. Las quejas al respecto han sido múltiples y claramente se ha establecido que: “Algunos pacientes, naturalmente, necesitan un manejo extra rápido, y a eso no se le ha dado una alta prioridad durante todo el proceso”. En estos momentos no tenemos un Estado y organismos de gobierno que estén preparados ni para disminuir los casos graves ni dispuestos a hacer lo necesario para evitar la propagación de la infección por todo el país.
Con una pandemia sumamente activa aun en el mundo, la apertura nacional que se ha planteado, debería buscar alta vigilancia epidemiológica en cuanto a la situación, los riesgos, y el acceso de los pacientes a recursos y tratamientos. Me pregunto ¿dónde está esa estrategia? Si está ¿funciona? El público tiene la repuesta. Acá señalamos que cuando se miden adecuadamente resultados usando solo la mortalidad –cosa que no se está haciendo- la situación no resulta favorable para la apertura como se está realizando para evitar la propagación y el control de la COVID-19.
Si analizamos las dimensiones de prevención, que consiste en medidas sanitaria; con la escasa información privada que se ha recolectado al respecto, resulta evidente que no se logra una posición general como para decir: la apertura está enfocada adecuadamente. Ni Estado ni sociedad, ponen gran énfasis en invertir en prevención y trabajar para garantizar que los ciudadanos podrán superar la pandemia exitosamente. La responsabilidad de la prevención está muy diezmada y el principal instrumento de la vigilancia, las pruebas de detección de casos, la herramienta más importante para priorizar, focalizar y planificar los esfuerzos de prevención y atención, y asesorar los municipios resultan insuficientes y mal empleadas y analizadas.
Como ciudadanos, no deberíamos tener ninguna duda de que vamos a recibir un tratamiento de clase mundial del servicio de salud, un tratamiento lo más cerca posible a ello y que hay alguien que tiene el control del curso de la pandemia y de los medios de atención. En otras palabras, que el sistema sanitario es de calidad, proximidad y coherencia para la apertura. Ello no está sucediendo. La forma de reapertura social que se está haciendo tendrá grandes costos socio-económicos y a la salud de la población.