Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
El afanoso esfuerzo que realizan los comprometidos en el Pacto para asegurar impunidad tiene tan ocupados a sus principales actores que no tienen tiempo para detenerse un segundo y reflexionar sobre posibles escenarios y las consecuencias que traerá esta arremetida que realizan en contra de la justicia y la institucionalidad en el país. Si a mi me preguntan, yo creo que más entusiasmados que ellos tienen que estar en estos momentos dos relevantes actores en la sociedad que serán los directos beneficiarios de esta desbocada carrera por destruir los últimos vestigios de Estado de Derecho en el país. La colusión entre diputados, juzgadores, élite empresarial, la Fiscal de la República y el Presidente avanza a toda marcha para eliminar aquellas personas o instituciones que se interponen con el desesperado esfuerzo de establecer de manera plena y absoluta un régimen en el que la ley no se aplique a todos por igual y que el Estado siga sometido a la captura que le cambió por completo sus fines esenciales.
Los más directamente beneficiados de toda esta ofensiva son, desde luego, los miembros del crimen organizado que en medio de un país con la Justicia inexistente, porque sus autoridades para llegar a serlo tienen que pactar con las mafias, verán cómo se les facilitan sus delictivas acciones que ya hoy por hoy andan viento en popa por el notable apoyo de autoridades civiles y militares con las que han pactado. Guatemala es, según informes que circulan en la comunidad de entidades contra el narcotráfico en Estados Unidos, uno de los países en donde mayor poder han ido acumulando distintos carteles que se sienten a sus anchas por esa disposición tan generalizada de muchos sectores para facilitarles la operación. Hoy por hoy, como lo confirman las investigaciones de Miami, hay gente que se asocia con ellos para el blanqueo del dinero, pero poco a poco su poder irá creciendo en medio de ese mar de impunidad y cuando vengan a sentir todos los que hoy claman por la destrucción del orden constitucional, terminarán siendo peones de esas poderosas agrupaciones criminales que no van a andar pidiendo colaboración sino exigiendo sumisión aún a los más encopetados de la sociedad.
Siempre he dicho que cuando llegue el momento de que todo se mida por el tamaño del soborno o mordida, ni siquiera los más grandes empresarios van a poder competir con los flujos del narco y, como pasó en Colombia, veremos cómo la institucionalidad se destruye y todo derrapa.
Otro grupo que se tiene que estar frotando las manos de gusto es la fuerza política MLP que en la pasada elección dio una importante campanada. Y es que la evidente alianza entre el poder económico y un presidente que no pudo ocultar su cansancio por tener que dedicar unos minutos a escuchar planteamientos de indígenas, que él calificó como sarta de inconsistencias, tiene más consecuencias de lo que pueda parecer a primera vista. Lo ocurrido en la elección del 2019 fue un importante aviso de que hay un movimiento social que no fue detectado por los analistas, oficiales y particulares, pero que puede crecer exponencialmente en condiciones como las que hoy produce la pandemia que florece al mismo tiempo que el pacto de los corruptos.
Por eso pienso que estos babosos no saben para quién trabajan.