Mario Alberto Carrera
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Temas muy controversiales y delicados y que exigen mucha enjundia cerebral e instrucción profunda, son aquellos que giran en torno a la fe, a los Derechos Humanos, al Derecho, a la libertad, a la exclusión-inclusión y a los valores éticos (teoría) y a los morales en la praxis del poder o la política.
Laberinto singular, polícromo, enigmático y polémico en el que se confrontan -ahora mismo- el ombudsman contra el ala derechísima y colonial-jurásica del Congreso y la tradicional Conferencia Episcopal de Guatemala hoy presidida por Gonzalo de Villa y Vásquez –con bombástica preposición y conjunción copulativa- que con terror nos hace recordar el genocida nombre de Pedro DE Alvarado Y Contreras.
El procurador de los Derechos Humanos recibe azotes por doquiera. Hasta por no recordar el Día del “inerme” Ejército y sí, en cambio, el Día de los satanizados (por la derecha recalcitrante y piadosa) LGTBIQ.
Látigo y penca que no es capaz de capear y menos de rechazar ¡contundente!, porque no cuenta con las fundamentales herramientas ¿o armas?, para proteger el eminente baluarte que se le ha confiado en nombre de la copy paste Constitución y de todos los acuerdos multilaterales que -en tal materia- ha concelebrado Guatemala. Acuerdos superiores a la Carta Magna. Pero, en descargo de Jordán Rodas, ninguno de los que han presidido la Procuraduría han estado investidos y revestidos de la preparación imprescindible para desempeñar bien tal cargo. Sobre todo en el campo de los valores en general y en particular de la libertad, de la diversidad, de la Naturaleza en toda su pluralidad y de la psicología del Hombre en su evolución darwiniana. Esto es, de las bases fundamentales para defender los derechos del hombre o humanos, que germinaron y nacieron a partir de la filosofía positivista que se inaugura con la Ilustración neoclásica y humanista y su concreción de bulto en la Revolución Francesa, que demarcó y marcó los fueros de la Iglesia tan dilatados y proclamó las monarquías constitucionales y, mejor aún, las repúblicas.
Jordán Rodas y sus antecesores han sido y es un abogado. El Derecho es una técnica que posibilita la coexistencia entre los hombres; y los letrados ¿?, lo único que hacen es aplicar lo leído y memorizado en el corpus legal y constitucional. No deben ni pueden pensar mucho ni menos interpretar demasiado porque como en el Corán ya todo está escrito. Y por otra parte, las leyes y las constituciones son mandadas a hacer –cada 50 o 100 años o mucho más- a la medida de los intereses creados de la clase dominante y opresora, con cambios –ligeros o tajantes- a lo largo de los hiatos históricos.
Así las cosas (la embestida del Congreso y después la de la Conferencia Episcopal) me dejan ¡asimismo y al unísono!, de piedra las declaraciones de Gonzalo de Villa que se atreve a desconocer los acuerdos concelebrados y signados multilateralmente entre Guatemala (otros muchos países) y la ONU, cuando dijo que: “la Iglesia se adhiere a la Declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1946”, pero que “se opone a derechos aprobados en Naciones Unidas y leyes en diversos países”, al disentir e ir contra el procurador de D.H.
Además de que la sintaxis arzobispal deja mucho que desear (Prensa Libre 29.7.20) el prelado también desconoce los principios de identidad y de no contradicción aristotélicos. ¡Porque o se adhiere a la declaración o se opone! Pero una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo.
Más de don Gonzalo y sus ideas encontradas me ocuparé –con mayor atención- en la próxima columna; y del famoso Derecho Natural porque se me ha terminado el espacio.