Debemos entender que la presión era enorme porque el deterioro de la economía no sólo está afectando a muchas empresas sino a toda la población que depende de sus salarios y especialmente a quien día a día se tiene que agenciar de los ingresos de subsistencia. En medio del relativo confinamiento se les complicaron mucho las cosas pues los niveles de pobreza se han disparado en esta pandemia y si bien los que la sufren no tienen ni voz ni voto en el tema, mucho menos influencia para que se les escuche en los altos niveles, donde de todos modos les dirán que están hablando una sarta de inconsistencias, no se puede negar que están pagando un alto precio debido a la pandemia.
En ese contexto era y sigue siendo evidente la necesidad de una apertura y el gobierno ayer la anunció relajando bastante las decisiones iniciales de cuando se presentó el semáforo de alertas, porque ahora el rojo casi fue degradado al nivel del naranja, al menos en cuanto a la movilidad. Mucha de nuestra gente estaba entre la disyuntiva de un probable contagio que podría costarle la vida o el terminar muriendo de hambre viendo a sus familias desfallecer por la falta de alimentos. Desde el punto de vista del problema económico y del problema social no había mucho donde escoger, ciertamente, y se veía venir desde hace algún tiempo este tipo de disposición presidencial.
El gobierno, sin embargo, no ha hecho aún su tarea porque el requisito indispensable para una reapertura gradual es la capacidad de realizar más pruebas y de dar el seguimiento epidemiológico a los casos positivos. Eso es lo que ha hecho buena parte del mundo y en los países donde tras la reapertura no ha habido un rebrote tan dramático como el que se ha visto en Estados Unidos es, precisamente, porque supieron seguir la pista a cada contagio y establecer posibles nuevos contagiados, al punto de que hasta los asintomáticos se enteraron de que eran positivos por los test que les fueron practicados dentro de ese tracto epidemiológico.
El futuro de la pandemia queda en manos de la gente. Del cuidado que todos tengamos y de que hagamos persistente uso de la mascarilla, el lavado de manos y el distanciamiento social. Pero mucho tendrá que ver la forma en que los empresarios ejecutemos los protocolos de prevención en los lugares de trabajo y de atención al cliente y ojalá que las cifras de la pandemia sean fiel reflejo de la realidad y no acomodos para justificar políticas.