David Barrientos
Parece pertinente dado el escenario actual, recordar a los jóvenes guatemaltecos respecto al surgimiento de “La República”, impulsada por la revolución francesa y que rompe el orden monárquico, dando paso a la organización liberal demócrata del Estado, donde la voz de los ciudadanos tiene la misma importancia en la toma de decisiones en el momento de la elección de sus representantes, donde encuentra su mayor expresión. En la republica gobierna la ley, el ejercicio del poder se basa en el estado de derecho, su constitución como la carta magna es la principal guía de aplicación, nada está por encima de las garantías individuales de ningún ciudadano, hace referencia a un sistema representativo cuyos mandos sirven por tiempos determinados, con el equilibrio de representantes de las minorías; bajo el esquema republicano se administra sobre una no muy duradera conformidad política, la que en Guatemala se está agotando, los intereses particulares, corporativos e ideológicos perversos están exacerbando tal conformidad, el conjunto de condiciones sociales que deberían permitir y favorecer el desarrollo integral de los miembros de la comunidad están muy alejados o no existen en los objetivos de sectores de influencia, soslayando que el bien común es un valor social fundamental de la república. La autoridad otorgada a las estructuras del Estado derivada de la voluntad mayoritaria ha traicionado a sus ciudadanos, pese a que nuestra constitución política se inspira en una sociedad organizada para proteger a la persona, a la familia y en los anhelos del bien común.
Los guatemaltecos que han desfilado en la administración pública en la etapa contemporánea de la Republica de Guatemala, no han sabido aprovechar el escenario de la republica para ejercer el poder, se han corrompido, mediatizado, ideologizado, corporativizado; alejando cada vez más a los gobernantes de los gobernados; las intestinas luchas por el control del poder político, por el sistema de justicia, el manejo del congreso y la repartición de beneficios económicos en el ejecutivo, entre otros; muestra una lucha entre mafias, algunas incluso respaldadas por actores no nacionales, otras ligadas a estructuras de corrupción, todas igual de perversas, ninguna representa ni procura el bien común, evidenciando un total divorcio con la institucionalidad, demostrado en: la actual lucha por el control de las cortes, en el abandono de comunidades en el interior del país, en la proliferación de invasiones a la propiedad privada, todas manejadas por mafias de diferente naturaleza. Esta arena movediza no contribuye al fortalecimiento de la Republica, la separación de poderes solo existe en la letra muerta, los actores de este triste escenario saben perfectamente que esto es una realidad; sin embargo, son parte de su perversidad y no les queda más que defender su esquina condicionada.
La república entonces es un desastre, la cosa pública y su administración han fracasado, los guatemaltecos estamos hartos de las perversidades ideológicas, políticas y jurídicas. Ante este escenario de inestabilidad que la generación en la administración pública tiene a Guatemala, urge la participación de mujeres y hombres dispuestos a poner un alto a la republica de mentira en la que vivimos, sobre todo jóvenes dispuestos a superar a la generación que no pudo con el país.