Mario Alberto Carrera
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¿Por qué un magistrado de conciencia y qué significa su gestión ¡humana!?
El ombudsman –como se le designa en países del Norte de Europa- es indispensable y necesarísimo en cualquier nación; pero aún más en tierras de tropicales dictadores (de compañías bananeras o de palma-encomenderas-despojadoras) como ocurre en nuestra harapienta Patria, en cuyo Himno antinómico se la proclama cínicamente ¡feliz!
Ombudsman (término que proviene del sueco antiguo y que no figura en el DLE) me es muy útil para hablar de lo que deseo exponer aquí, sobre todo: 1, internarme, algo, en el mundo de los valores y 2, indicar el porqué –etimológicamente- la voz sueca tiene un gran sentido –ahora mismo- por y en el debate que se fragua y sostiene en el Congreso de la República (tan “instruido” y “culto”, él) en su Comisión Permanente, entorno a la expulsión o destitución de Jordán Rodas (a quien no conozco de nada) por haber colocado la bandera de los grupos LGTBIQ (en el mes del Orgullo Gay) en sus oficinas. Y por haber publicado un comunicado de necesario –para mí- respaldo a esa comunidad que, en los últimos meses, ha registrado la muerte –por asesinato o ejecución extra judicial- de más de quince seres humanos LGTBIQ. Dicho sea de paso, de manera muy parecida, he protestado y acusado a los CIACS –brazo paramilitar de la oligarquía- por la muerte de muchos líderes comunitarios en el seno –aterrorizado secularmente- de los pueblos originarios de mi país. Y no se diga por las mujeres y su lucha feminista. No en vano viví y dormí durante 25 años con Luz Méndez de la Vega, pionera de las luchas anti paternalistas en Guatemala… No es sólo por los gais… que, en Dios y en conciencia, forman parte de mi infancia abusada y, por lo mismo, disfrutan de mi completa solidaridad.
Ombudsman es aquel (en traducción libre) que habla en nombre y en defensa de los sin voz. Enmudecidos por el miedo, el terror, el pánico y las amenazas de muerte o de despido del trabajo, según las circunstancias de cada grupo o de cada quien. En ello (en este apelar) caben los pueblos originarios víctimas del genocidio; la persecución de líderes comunitarios; el misógino actuar de grupos paternalistas y ¡cómo no!, la dignísima agrupación LGTBIQ compuesta ¡por seres humanos!, en igualdad e inclusión constitucional en toda la República.
Acusan los diputados –irrespetuosos de los derechos ciudadanos y humanos- a Jordán Rodas de parcialidad y selectividad cuando trabaja en su campo esencial; y de “discriminación” porque el 30 de junio no publicó un comunicado en apoyo ¡o en defensa! del Ejército y que en cambio sí que lo hizo el 28 de junio Día del orgullo Gay. El Ejército es la Fuerza Armada del país que con ametralladoras y puñales kaibil no necesita de ombudsman. Necesita más bien que el abogado del pueblo lo ponga en su lugar. En el fondo, el tema como dije, es de orden moral -por la inmoralidad en que el Estado Leviatán satánico y paria de Guatemala- cae y se desbarranca muchas veces al día, como el sonoro resbalón (en el Congreso) de querer expulsar a J.R. por salir en defensa de los LGTBIQ ¡de veras en indefensión e inermidad!, y no por el “pobrecito” Ejército.
El Procurador de los Derechos Humanos debe velar principalmente porque los derechos ciudadanos no sean avasallados por el Estado.
Y “que lance la primera piedra aquel que esté libre de culpa o de pecado.” Divinas palabras de Valle Inclán, en su esperpento del mismo nombre.