Danilo Santos
A más de cien días de que el Covid19 se instaló en el país hay voces que claman por la apertura total y protestan desde sus autos caros o arremeten contra los carritos de “shucos”, por otro lado, una gran cantidad de personas se buscan la vida ante la avaricia de algunos patrones que al no contar quetzales demás mes a mes, no son capaces de echar mano de su acumulación para sostener a quienes los han hecho ricos. Además, están las banderas blancas que cada vez son más por todos lados. Este país es de contrastes y el protagonizado por las ideas de quienes odian al Estado, pero hoy le reclaman apoyo, pues da cuenta de lo insostenible que resulta ver a la cosa pública solo como gendarme y no como garante del bien común y el progreso.
La población en general no alcanza a dimensionar la gravedad de la situación porque está acostumbrada a la ausencia del Estado, ausencia que va desde la falta de servicios hasta la falta de presencia en valores que cohesionen una sociedad respetuosa de las leyes, con una cultura de respeto a las disposiciones gubernamentales y por sobre todas las cosas, civilizada y con conciencia de la otredad. Es decir, este desapego por lo dictado por el gobierno y la falta de conciencia de la gravedad de la actual situación es resultado de ese alejamiento sistemático del Estado de la población y, de dejar al mercado normando las vidas y conciencias. Lo que resulta de esto es gente egoísta, irresponsable y con una mirada obcecada sobre su verdadero dios, el dinero.
La negligencia mostrada por parte del sector económico y la población es construida, y ni con gritos ni regaños se cambiará tal actitud de manera inmediata, esto cambiará cuando el Estado sea fuerte y beneficie por igual a empresarios y trabajadores, no hablamos acá de uno grande, sino fuerte, capaz de hacer frente a situaciones como la actual que, si nos paramos a pensar por un momento, mata (de momento) la misma cantidad de personas diarias que la violencia.
Si al pasar lo que vivimos ahora no somos capaces de repensar la salud y la economía en Guatemala, no habremos aprendido nada y simplemente esperaremos a que la próxima tragedia nos golpee; esto implica que tanto población como políticos y por supuesto, las élites, vean más allá de la inmediatez y el dinero.
De acuerdo a las declaraciones oficiales y los datos que manan desde el gobierno y, las proyecciones de los expertos, falta lo más duro del Covid19, ojalá que quienes no creen que la pandemia sea real, respeten el esfuerzo de quienes la están combatiendo y, sobre todo, respeten los muertos que ha provocado. Ojalá que el gobierno no oculte información y tenga un mismo racero para toda la ciudadanía. Si ambas cosas no se cumplen, la colisión entre clases es previsible, porque al no existir empatía de los privilegiados, los excluidos responderán con el palo ante la exclusión de las élites, los políticos y el Estado.