Edith González
“Y me hice maestro que es hacerme creador”.
José Martí
Devora Verenice Pérez López, de 25 años de edad, maestra de gran responsabilidad, no celebraba el jueves 25 el Día del Maestro, estaba preocupada por sus alumnos y salió de su casa, como muchos otros días antes, para ayudarles a aprender a crecer y llevarlos por el camino del conocimiento.
Residía en el asentamiento “Unidos por la Paz”, al sur de la capital, el escenario de su muerte a manos, según vecinos, de dos “jóvenes” pandilleros criminales que le dieron muerte a balazos y luego le robaron su celular.
El asesinato de la joven maestra se da en situaciones muy especiales. La matan en un asentamiento que recuerda la paz, es acribillada a balazos cuando cumplía con su sagrada misión de enseñar en un día que conmemora al magisterio.
María Chinchilla Recinos quien nació en Asunción Mita, Jutiapa, el 2 de septiembre de 1909, fue abatida por soldados de Jorge Ubico, en la capital de Guatemala el 25 de junio de 1944 cuando participaba en las luchas magisteriales en contra del gobierno.
Al matar a María y a Devora, dos maestras que todo lo que querían en la vida era enseñar, educar, preparar para la vida a los guatemaltecos que pasaban por sus aulas mataron las ideas, el futuro, el conocimiento, las posibilidades de mejores niveles de vida para otros
Las nuevas corrientes educativas se encaminan a tener más capacidad de los maestros, 3 mil 913 docentes que se graduaron en la quinta promoción del Programa Académico de Desarrollo Profesional Docente (PADEP), que impulsa el Ministerio de Educación con el apoyo de la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC), que, además de la profesionalización, les asegura un aumento salarial que establece el pacto colectivo.
Sin embargo, no podemos aceptar que nuestros maestros dejen su vida en una calle, asesinados por “pandilleros criminales”, que seguramente nunca fueron a la escuela. Matar a una maestra es matar el futuro, las ciencias, la capacidad, la posibilidad de encontrar mejores niveles de vida desde cualquier perspectiva.
Para la erupción del “Volcán de Fuego”, encontramos a Nelly Mayen, la maestra cien puntos, quién daba clases en la escuelita local de una población asentada en les faldas del volcán. Tras varios días de la tragedia, abrió las puertas de la dañada escuela y buscó por toda la región a sus alumnas hasta reunirlas y se dedicó de nuevo a entregarles su esfuerzo, su conocimiento, abriéndoles el futuro. Una maestra cien puntos.
Y esto no es nuevo. La historia de los maestros en Guatemala está llena de historias de coraje, conocimiento, dedicación y responsabilidad. Pasar ríos para llegar a la escuela. Sortear pésimas veredas para compartir con los alumnos, o crear mecanismos para atenderlos, como sucede ahora con la pandemia.
Hay cientos de maestros que se esmeran diariamente para formar a los guatemaltecos del futuro. Más que un crimen, matar a un maestro o maestra, es matar el futuro de una nación.
DESCANSE EN PAZ DEVORA Y SOLIDARIDAD A SU FAMILIA.