Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Luego de mi columna de ayer, en la que apelaba a la responsabilidad individual como herramienta para enfrentar la crisis, ante la certeza de que no podemos ni debemos esperar nada de un Estado fallido, como el nuestro, recibí algunos mensajes de personas que quieren actuar responsablemente pero que no lo pueden hacer por razones de pura subsistencia. La mayoría fue de empleados que no sólo están obligados a asistir a sus centros de trabajo sino que en los mismos no pueden mantener el distanciamiento necesario y donde muchas veces hasta los mismos jefes son los primeros que desatienden la obligación de usar la mascarilla. Fueron varios los que expresaron que pudiendo realizar sus funciones a distancia mediante el uso de internet, son forzados a llegar a la oficina a como dé lugar, agenciándose de sus medios de transporte, porque de lo contrario serán despedidos por “abandono de trabajo”.

Hay oficios que no permiten el teletrabajo porque demandan de la presencia física del operador de una máquina o de quien tiene que atender al público, pero es obligado que los empleadores tengan en cuenta circunstancias especiales, como afecciones o edad de los trabajadores que los pongan en condición de alto riesgo y ante la certeza de que nuestro sistema hospitalario no será suficiente, es obligado preservarlos.

Otros mensajes provienen de gente que vive de la economía informal y que no tienen ningún ingreso si no salen de sus casas. En muchos de ellos se nota que son personas que sienten angustia porque literalmente están obligados a escoger entre la enfermedad o morir de hambre y aún sabiendo que exponen y arriesgan a sus familiares, no tienen otro remedio que aventurarse en busca, literalmente, del pan de cada día. “No es que no queramos, simplemente es que no podemos” fue la expresión de uno de los mensajes que resume lo dicho por varios.

Y anoche, escuchando al doctor Diego Camacho en el Webinar COVID-19 Migrantes, realizado por La Hora con la ayuda de Banrural, nos dimos cuenta que en Nueva York las medidas oficiales dieron resultado porque hasta los inmigrantes que carecen de papeles tuvieron acceso a los centros de salud, con todo y la saturación, pero además que, como dijo el licenciado Pocasangre, cualquiera puede encontrar ayuda para garantizar su sustento, cosa que no ocurre en Guatemala.

Otro punto que destacan algunos es que aunque quieran mantener la mejor higiene, simplemente no pueden por elemental falta de agua, no digamos recursos como jabón o gel.

En otras palabras, es cierto que hay gente irresponsable que por torpeza o prepotencia no adopta medidas que eviten la propagación del virus, pero mucha de la gente que incurre en esa “movilización” de la que habla el doctor Asturias, no lo hace por andar fregando la pita sino por elemental necesidad de subsistencia. Al no haber planes para los que viven de la economía informal se les obliga a exponerse y exponer a otros, pero además la desinformación del gobierno, que descaradamente ha mentido sobre casos y muertes, no ayuda a que se cobre conciencia de la real situación que vivimos.

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