René Arturo Villegas Lara
Varios centenarios son objeto de celebraciones en este encerrado 2020. A la par de este querido periódico, La Hora, que lleva el nombre de la medida del tiempo del diario vivir, también se celebra el centenario de ese gran literato guatemalteco Tito Monterroso, que también nació en 1920. No se puede escribir sobre el centenario del periódico La Hora, sin mencionar directamente a su fundador, el licenciado Clemente Marroquín Rojas. De la Guatemala de los años 40 y 50, cuando los medios escritos de mucho impacto se reducían a La Hora y el Imparcial y no existía la saturación que ahora se ve en la ciudad capital, era común escuchar por las tardes, a los voceadores gritando: “La Hooooooora de hoy, La hora, con el editorial de Clemente”. Ese grito lo tengo gravado en mi memoria de niño, cuando mí padrino, el médico Francisco Mcdonald, me trajo de Chiquimulilla a conocer la ciudad y como su residencia quedaba en la avenida Elena, con la arboleda de jacarandas, el hospital neuropsiquiátrico al frente y el intenso frío del mes de enero, se transformó en una vivencia que tengo de esa ciudad que ya no existe y en donde los voceadores desaparecieron para siempre y solo queda uno que otro patacho de cabras.
Yo colaboraba en la página literaria de El Imparcial, gracias a la benevolencia de don César Brañas; y cuando este medio se extinguió, me vine a refugiar en La Hora, y aún vivía don Clemente. Después, su nieto, mi querido amigo Oscar Clemente, ha mantenido abierto el picaporte para poder seguir publicando mi columna Prosas Mundanas. Una vez tuve la oportunidad de conocer personalmente a don Clemente en la sede del periódico y confieso que uno se le acercaba como “chucho comprado”, al ver a aquel señorón tecleando su famosa máquina royal de color negro. Años después, siendo directivo del Colegio de Abogados, bajo la presidencia del Licenciado Alfredo Bonatti Lázari, nos tocó estar presente en el acto de colegiación de don Clemente, requisito que era necesario para asumir el cargo de Registrador General de la Propiedad. Recuerdo que lo apadrinó el Licenciado Rafael Gordillo Macías. No obstante, ¿quién no conoció a don Clemente? Político de hueso duro, amante de la libertad, periodista, novelista, historiador, un maestro de la polémica para las que les daba espacio a sus oponentes, según testimonio de la ilustre licenciada Catalina Barrios y Barrios, en la Historia de la Literatura Guatemalteca. Fue un defensor de los mejores intereses de Guatemala y, en fin, era el hombre a quien muchos políticos le pedían sus consejos. Fue constituyente en 1944 y 45, participó en la emisión de la Constitución más legítima que ha tenido Guatemala; fue vicepresidente de la República en el período del maestro Julio César Méndez y, en fin, de tanto esta llena su vida, que da para escribir muchas cuartillas para elogiarlo, porque exaltarlo también es conmemorar el centenario de su hijo mayor, el periódico La Hora, cuyo lema lo dice todo: “Tribuna no Mostrador”. Y gracias al carácter que heredaron sus descendientes, el periódico La Hora sigue navegando con las velas arriadas, en un mar político muy encrespado, sin que le hundan las artimañas de quienes desearías su desaparición. Cuando el gran Manuel Galich escribió su famosa crónica sobre los albores de la Revolución de Octubre, me refiero a “Del Pánico al Ataque”, dice que Ubico vio en el “elemento universitario, profesionales jóvenes y estudiantes, a sus mayores enemigos. Quizá ninguno, como Marroquín Rojas, desde su sección “denudando al ídolo, en el diario La Hora, vapuleó tanto a su majestad”. Mis congratulaciones para el periódico La Hora, en sus cien años de vida digna.