Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

La impunidad histórica y actual de Guatemala queda manifiesta en cada uno de los candidatos a la presidencia, alcaldías y diputaciones que tienen un historial criminal. Alfonso Portillo, siendo candidato presidencial, admitió haber asesinado a dos personas; Efraín Ríos Montt, cuyo gobierno fue señalado en 1999 por cometer actos de genocidio, fue electo diputado; y Alejandro Giammattei actual presidente ha sido acusado de pertenecer a una estructura criminal que cometió más de 2,000 ejecuciones extrajudiciales durante el gobierno de Berger.  Así se entrega en Guatemala el presente y el futuro a estructuras criminales que cometen corrupción, narcotráfico, lavado de dinero, entre otros.

Es necesario hacer este señalamiento: cuando se confían los más altos puestos de la función pública a estructuras criminales; sucumbe la democracia al abuso de autoridad, a la corrupción, al racismo, a la discriminación, a la inequidad y a la violencia. En las últimas dos semanas cuatro hechos que incluyen asesinatos, amenazas y detenciones arbitrarias confirman que traicionamos los avances que habíamos alcanzado y como sociedad permitimos el retorno del carácter patriarcal y racista que nos debilita.

El cruel linchamiento del Aj´quij, Ajilonel y científico Maya Domingo Choc seguido por amenazas a otras personas que como él construyen salud y defienden derechos humanos evidencia que hemos sucumbido al racismo y fanatismo. El cobarde asesinato del guardarrecursos del Parque Nacional Laguna Lachuá, quien protegía la los recursos naturales y el agua evidencia que sucumbe nuestro respeto por la vida y la naturaleza. La represión arbitraria cometida en la captura de alrededor de 20,000 mujeres, hombres, jóvenes que trabajando han violado el “toque de queda” evidencia que nuestras nociones de justicia han sucumbido al autoritarismo. El asesinato –culposo o no- de un trabajador repartiendo verduras y frutas por parte de elementos de la PNC evidencia que el tejido social ha sucumbido al miedo. La vigilante impunidad garantizada a jóvenes y adultos que participaron en una fiesta exclusiva violando múltiples normativas simplemente demuestra que se ha perdido la vergüenza de aplicar todo el peso de la ley contra las y los pobres mientras se otorgan impunidad y privilegios para la élite. O la ignorancia y la acción delictiva de varias personas en una “manifestación” realizada ayer frente a la mirada impune de las autoridades de gobierno, son tan sólo una pequeña muestra del profundo arraigo de la expresión popular de que la justicia es como la serpiente, ya que sólo muerde a las y los descalzos.

No es de extrañar que las acciones impulsadas por el gobierno de Giammattei en el marco de la Pandemia permean criminalidad en múltiples dimensiones y esferas. Tan criminal es el asesino, como quien no protege a sus médicos –por incapacidad o desinterés. Tan asesino es el que aprieta el gatillo, como el que manda a trabajar al país sabiendo que no existen condiciones para prevenir el contagio. Tan ignorante es el que mata por miedo a lo diferente, como quien acaparando recursos permite que incremente la desnutrición.

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